Santi Ortiz: “Ante un toro se siente respeto y admiración, no lástima”
Entrevista al autor afincado en Sanlúcar, que acaba de publicar el libro “El toreo frente al mundo”
Santi Ortiz (Huelva, 1949) vive como un jubilado juvenil, entregado a lo que le gusta. Torero, profesor, periodista y escritor, es sobre todo aficionado y disfruta de su afición intensamente en su tierra adoptiva de Sanlúcar de Barrameda, esa ciudad de la que quedó prendado el mismo momento en que la conoció. Quedamos citados con él para hablar de su último libro, “El toreo frente al mundo”, recién salido de las máquinas. La cita será a orillas del río Guadalquivir, en donde él puede echar de vez en cuando una mirada a lo lejos, una mirada dirigida a su tierra natal de Huelva, no sin haber pasado antes por la puerta de la plaza del Pino para rendirle un saludo de buenas tardes. Buenas tardes, como las buenas tardes pasadas viviendo en ella la afición a la Fiesta.
- Háblanos de tu infancia y de cómo surgió la afición.
Nací en Huelva y viví en la Cuesta del Carnicero, por donde pasaban los cabestros para el "manifiesto” de los días en que había corridas. No he tenido ningún antecedente taurino, aunque mi padre era aficionado y me llevaba a los toros desde que tenía tres años. En el colegio era mal estudiante pero, a los once años, en una capea se me metió el gusanillo de los toros. Mi padre me ofreció trabajar en su comercio de tejidos y yo, encantado. Con un primo de un novillero y el hijo de un torilero me escapaba al campo. En las capeas de Trigueros del año 19961 me puse delante de unas vacas y pasé mucho miedo aunque ahí hubo algo que me enganchó. Con dieciséis años me fui a Salamanca y, con el apoyo del padre del torero Francisco Barroso, empiezo a torear.
- ¿Cómo fue tu etapa de novillero y cómo recuerdas tu alternativa?
Fue como novillero cuando tuve más éxitos, pero había cosas que no aceptaba y me aburrí. Me puse a estudiar a marchas forzadas el bachillerato y marché a Sevilla para estudiar la carrera de Ciencias Físicas. Una vez acabé la carrera me fui a hacer la mili en Zaragoza, donde trabé amistad con un novillero de Huelva, Antonio Batalla, que me hizo revivir el gusanillo. En 1979 reaparecí en Huelva con una novillada de Manolo González, alternando con Pepe Luis Vázquez y Salvador Ortega, y ahí retomé la actividad taurina. Tomé la alternativa pero ya era a destiempo. La tarde de la alternativa pegué un petardo muy gordo en el segundo toro; aunque en el primer toro estuve bien, aquel día comprendí que no tenía nada que hacer.
- ¿Cómo se ha desarrollado tu vida profesional en la enseñanza?
Estuve trabajando siete años en la universidad y luego preparé oposiciones para Enseñanzas Medias. Pasé por varios destinos, Campillo, Cantillana, Sevilla, Morón, y luego estuve un año en Madrid trabajando en la revista “Euroliceo”. Finalmente obtuve por concurso plaza en el instituto “Cristóbal Colón” de Sanlúcar de Barrameda, donde he estado hasta que me he jubilado.
- ¿Cómo empezaste a escribir y qué has escrito?
Empecé a escribir el año 1992 con el artículo “Morir en Sevilla” cuando la muerte de mi amigo Soto Vargas. Me ficharon para la revista “6Toros6” y empecé a escribir de toros hasta hoy. En Santander, con motivo de mi participación en unos coloquios, alguien me dijo que plasmara en un libro didáctico lo que estaba explicando allí; así surgió “El arte de ver toros”, publicado en 1999. Posteriormente he escrito “Lances que cambiaron la Fiesta”, “Y de testigo, la Giralda”, “José Tomás, el regreso de la Estatua”, “La temporada 2009 de José Tomás” y “Belmonte, un siglo de su alternativa”, además de mi participación en la obra colectiva “Los toros hacia el tercer milenio”.
- Este libro de ahora, “El toreo frente al mundo”, ¿le debe algo al pregón de la Feria del Caballo en Jerez?
En el pregón de Jerez expuse la idea de que la Fiesta estaba siendo maltratada y la repetí en el de El Puerto y el de Valverde, como la repetiré en el próximo de Almería. Un pregón o un libro no pueden ser adornos sino reivindicaciones. La situación se ha agravado y he sentido la necesidad de escribir un libro no para defender la Fiesta, que no necesita defensa, sino para aclarar. Se le ha robado la palabra a los defensores de la Fiesta; estamos vetados de hecho en cualquier foro que no sea la prensa taurina. Publicar este libro me ha costado peregrinar por varias editoriales, e incluso me han aconsejado publicarlo dentro del mundo taurino. Sin embargo mi intención era saltar la valla y dar a conocer el toreo al exterior desde el punto de vista racional. La situación en que estamos y el descrédito que le han dado al toreo por ciertos intereses económicos explican que hablemos de robo de la palabra. La desruralización de la sociedad lleva a un desconocimiento de nuestro mundo pero hay algo más que lleva a una posición contraria; son el animalismo, el separatismo y una evolución de los partidos de izquierda.
- ¿Están distanciados los intelectuales y la juventud de la Fiesta?
No se puede generalizar en ninguno de los dos casos. Sin embargo, me permitirás decir que los intelectuales españoles están en su torre de marfil, alejados de los toros y de mil cosas más. Esa intelectualidad de antes, que estaba viva, ahora no la veo por ningún lado. La juventud es fruto de su tiempo y de lo que le llega. Su espíritu crítico está de capa caída y reina el irracionalismo; basta ver el bajo nivel de los jóvenes que se ve en las redes sociales. Su relación con los toros está como su relación con otras cosas.
- ¿La Fiesta no ha sido tratada anteriormente con rigor intelectual?
Seguro que sí, pero lo cierto es que, como nunca hemos estado con la situación de ahora, hemos hablado más con el corazón que con la cabeza. Ortega y Gasset decía que sobre los toros se ha hablado siempre desde el punto de vista del aficionado pero es necesario un discurso racional e intelectual del toreo para esclarecerlo. Ése es el empeño que me ha llevado a este libro.
- ¿Cuánto tiempo te ha llevado escribir “El toreo frente al mundo”?
Escribir, escribir, no mucho pero tomar notas sí. Hace tiempo tenía idea de escribir un libro basado en la frase “Me estoy muriendo igual que Manolete” de Carnicerito de Méjico dicha, como muestra de orgullo, a Conchita Cintrón. Este libro de ahora empezó como derivación de esa idea, a la vista de que las cosas han empezado a ir de la manera actual: los ataques a los toros vienen de una profunda ignorancia y, además, en el movimiento animalista hay acciones terroristas.
- ¿Cómo has planteado el libro? ¿Por qué el torero requiere un discurso propio?
Hay dos partes. La primera, quince capítulos, trata de esclarecer el toreo de manera intelectual; los catorce siguientes capítulos tratan de desmontar el discurso antitaurino en sus tres vertientes, el animalismo, el nacionalismo separatista y la progresía posmoderna. El toreo requiere un discurso propio porque, en sus distintos apartados, presenta características que no responden exactamente a los requisitos que requieren las definiciones que aportan otros campos del conocimiento, otros discursos. El toreo es arte, es cultura, es lucha, es rito..., pero todo junto; por eso es una singularidad.
- Siempre ha habido antitaurinos. ¿En qué se diferencian los actuales de los del pasado?
Los hacen distintos las motivaciones. Los de antes se oponían a los toros por una sensibilidad humanista respetable. Ahora existe una sensibilidad animalista que pone al animal por encima del hombre, lo cual no es tan respetable. Este tipo de sensibilidad no ha existido nunca.
- ¿Hay alguna relación, en el plano de las ideas no en el político, entre el animalismo y un postmarxismo tras la caída del Muro de Berlín?
En el libro hablo de las bases del antitaurinismo y las sitúo no en la caída del Muro sino en Mayo del 68. Hay un momento en que la izquierda pierde la idea de la Revolución y aparecen cosas sustitutorias, marginales, que van dando carácter a la progresía. De esos polvos vienen estos lodos. No situaría las bases en el postmarxismo. Si antes estaba el movimiento hippy estos jóvenes de ahora buscan otras cosas, la vida naturista por ejemplo. Desde 2014 el antitaurinismo está sustentado en la industria más rentable del mundo, más incluso que el petróleo; es la industria de las mascotas.
- ¿En qué concuerdan el animalismo y el separatismo que tenemos en España?
Hay muchas concordancias. Una es la falta de argumentación, sustituida por un exceso de eslóganes (tortura no es cultura, España nos roba; el derecho a decidir, los derechos de los animales). Otra es la atribución de una representación que no se les ha otorgado (los independentistas hablan por todos los catalanes; los animalistas hablan por los que no tiene voz). Además, los dos parten de simplificaciones metafísicas (unos hablan en nombre de los intereses de Cataluña, como si no hubiera variedad de intereses; otros hablan del bienestar animal, sin separar el de la oveja del bienestar del lobo).
- ¿Son los animalistas la Inquisición de hoy?
El animalismo es un fanatismo. Son censores, dogmáticos, maniqueos y autoritarios; no tienen espíritu crítico; tienen odio a la diferencia. Reúnen las características inquisitoriales aunque aún no tienen la fuerza que tenía la Inquisición.
- ¿Desaparecerá la Fiesta?
No lo veo. Cuando desaparezcan los críticos todavía habrá alguien por ahí toreando toros.
- ¿Qué le dices a un extraño cuando le hablas de los toros con tu corazón?
Primero intentaría llevar la conversación racionalmente. Luego aparecerían mis sentimientos. Entre otras cosas, desde luego, le diría que no sentiría pena del toro. Es un animal temible y luchador, que te mete los ojos en el alma. Ante un animal así se siente respeto y admiración, no lástima.
- ¿Cómo ves el momento actual del toreo?
Preocupante e ilusionante. Por un lado hay cosas preocupantes, como que se está perdiendo la buena educación taurina con detalles antes impensables; por ejemplo, los toreros tienen la costumbre de hablar con los periodistas en el callejón durante la faena de un compañero. También está la forma de elaborar los carteles, que impide la renovación. Esas cosas son indicio de otras más graves. Sin embargo, por otro lado hay otras ilusionantes, como la presencia de toreros jóvenes, digamos Roca Rey o Ginés Marín, que están llamando al mañana y garantizando una continuidad.
- ¿Qué quieres decir aparte de lo que te hemos preguntado?
Sólo diré que no es un clásico libro de toros sino que excede lo meramente taurino. Debería ser leído no sólo por los aficionados sino por las personas que tengan cierta formación cultural y quieran penetrar en la problemática actual de la Fiesta.
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