jueves, 16 de mayo de 2024

Elogio de Joselito

José tenía frente a los demás toreros una actitud naturalmente altiva como la de un dios joven que lo puede todo. Un coro de hadas benéficas quisieron derramar sobre él todas las virtudes y casi ningún defecto.

Desde el primer momento todo le ha salido a pedir de boca. Los ases los tiene en sus manos cuando sale al ruedo.

En él se dan todos los resortes: el poderío de El Guerra, la elegancia suprema de Lagartijo, el valor sereno de Frascuelo, el pellizquito de Cúchares cuando estaba inspirado y la gran sabiduría de Paquiro.

A los veinte años ya es el maestro más completo que se ha conocido.

¿Este elogio lo hago yo? No: lo hizo Juan Belmonte.

sábado, 11 de mayo de 2024

La Tauromaquia como rito, según Simón Casas

 

El empresario taurino Simón Casas, en el programa Es la Mañana de esRadio, habló con Andrés Amorós y Jiménez Losantos de sus memorias "Pases y pases". dijo lo siguiente:

"La historia de la tauromaquia es un ritual, precisamente el de la vida y la muerte. Plante, por lo tanto, la ecuación fundamental de toda la existencia, la esencia de la filosofía: ¿Quién soy? Pues soy un ser vivo que va a morir.

Lo que nos cuenta la tauromaquia es la historia de la vida de cada cual y de la vida colectiva de todos los individuos. Nos lo cuenta con belleza y con la participación de otro artista. "Hay dos artistas en la plaza: el torero y el toro, el animal y el hombre. Al contrario de lo que puedan pensar algunos, el animal, que es cierto que va a ser sacrificado ritualmente, se eleva a la altura del hombre y éste se pone en igualdad con el animal, cada cual con su naturaleza.

El instinto de este animal no es pacífico, no lo obligamos a combatir ni a cambiar de condición. Eso es una ecuación bastante llena de matices porque es existencial y, en el momento actual donde nuestra juventud está constantemente en búsqueda del sentido de la vida, eso es tomar en cuenta que somos mortales. La tauromaquia es una gran misa, un gran ritual, que nos permite acercarnos a la cuestión eterna de quiénes somos viviendo para morir y buscando valores existenciales. Habría menos droga y menos delincuencia si la sociedad actual fuera capaz de ofrecer a la juventud rituales que enseñan los valores existenciales.

La tauromaquia es arte, es cultura, lo que quiere decir estética y filosofía. El toro, el único animal autorizado para matar al hombre. La tauromaquia nos permite, igual que la música de Beethoven, ir del dolor a la alegría. La alegría la sintetizaría como aceptar el sentido de la vida que es la meta más profunda. No se puede saber lo que es vivir sin entender algo de lo que es morir. No hay que ver la muerte de manera negativa y menos la del toro de lidia porque si el toro de lidia fuera un animal al que se le forzara a combatir y a morir como víctima quizás todos estaríamos en contra de la tauromaquia porque todos estamos en contra del maltrato animal.

No es así porque el toro de lidia es único animal a quien el hombre deja actuar en plena libertad, como corresponde a su naturaleza, a lo que es. El hombre le autoriza, si acaso, a herirlo o matarlo y lo reconoce de manera absoluta y total en la realidad de su naturaleza. Es cierto que va a morir pero si cualquiera de nosotros fuera un animal, antes que ser un pollo, un bovino de matadero, un pajarito a merced de una escopeta, querríamos ser un toro de lidia para que nuestra muerte precisamente justifique el sentido y la grandeza de nuestra vida.

Si sólo se vive una vez se debe vivir con gloria y eso el hombre intelectual, con su cultura, lo ha entendido. Le damos al toro de lidia la posibilidad de darle sentido a la realidad de sus instintos. Eso es elevar el animal a la condición humana.

En toda la temporada taurina en la plaza de toros de Madrid habrá 1 millón de espectadores (en 2023 hubo 868.784, 40.000 más que en 2022) y este San Isidro 2024 que comienza el 10 de mayo con Morante de La Puebla habrá 17 o 18 tardes en las que se va a llenar el coso de la calle Alcalá. Se han recuperado los casi 18.000 abonados que hace más de una década que se habían perdido y estamos en un nuevo renacimiento de asistencia de público y de público joven.

La Fiesta enseña a la juventud algo que primero le sorprende y que luego le da una guía de investigación de la entrega, de la búsqueda de belleza, de la creación de grandes emociones y de una reflexión sobre el sentido de la vida. La tauromaquia es una ópera donde la actriz principal es la muerte y donde se muere de verdad. Hay muchas artes importantes, pero, como decía Lorca, el arte de las artes, la cultura de las culturas, podría ser la tauromaquia.

La supuesta decadencia viene, al contrario de lo que dicen algunos, por motivos políticos exclusivamente. Todo empezó con Cataluña, donde se prohibió porque era la Fiesta Nacional y además ahora mismo no está prohibida. Eso es politiqueo. Los políticos franceses son más inteligentes en este caso porque reconocen la excepción cultural regional. En Francia no hay problema con la tauromaquia y en el Sur está autorizada porque se respeta al pueblo y a su historia. Allí los aficionados a los toros no son imperialistas, no queremos dar toros en París o en Bretaña. Sin embargo, en España hay una gran confusión entre lo moderno y lo tradicional. No hay que utilizar el patrimonio cultural del pueblo para transformarlo en instrumento político e ideológico.

Históricamente la izquierda española ha sido aficionada a los toros. Actualmente también. Lo que pasa es que algunos se esconden un poquito a pesar de su gran pasión por los toros. Hay que distinguir entre izquierda e izquierda radical. Ésta es fruto de muchas cosas, pero en la actualidad no deja de ser una expresión del wokismo: te tienen que enseñar a ser como ellos quieren que seas y a pensar como ellos piensan. ¡Pues no! La libertad y la cultura son sinónimos, no puede haber cultura sin libertad de pensamiento. La tauromaquia es un gran arte de una gran modernidad, a pesar de sus raíces históricas, porque no sólo plantea lo que es de actualidad sino que es una llave de futuro”.

viernes, 10 de mayo de 2024

Apuntes para el que quiere ser aficionado

Diez apuntes básicos para el que quiere ser aficionado a los toros

1.- El paseíllo es el momento más bonito de una corrida. Por ello, en la arena no debería haber nadie que no esté con la indumentaria de festejo. Sobran los fotógrafos, los camarógrafos y los empleados de callejón. Hasta los areneros deben salir a la arena en el mismo orden en que harán el desfile. El responsable de ello es el delegado gubernativo (que está en el callejón). El matador más nuevo marcha en el centro y el más veterano, a la izquierda.

2.- La mansedumbre de un toro nunca es motivo para su devolución. El toro manso también tiene su lidia. El torero debe mostrar su sabiduría a la hora de lidiar un toro manso y prepararlo para la estocada.

3.- Cuando el toro toca la tela (capote o muleta) no podemos decir que el pase es bueno. No se debe gritar “olé” hasta que el pase ha terminado por completo. Gritar “olé” al comienzo del pase y que luego el toro arrolle la tela es propio de fanáticos indocumentados.

4,- El caballo del picador por el Reglamento nacional debe llevar tapado sólo el ojo derecho; por el Reglamento andaluz puede llevar tapados los dos. El picador no picará barrenando ni tapará, con el caballo, la salida del toro. Si el toro no acude al caballo habiendo sido puesto en suerte tres veces en el círculo central a la cuarta se le pondrá en cualquier lugar de la plaza, incluso superando la segunda raya.

5.- Durante el tercio de banderillas habrá en el ruedo siete actuantes: los tres matadores, los tres subalternos del torero titular y el tercer subalterno del espada siguiente. Este espada se situará a espaldas del banderillero actuante y el otro espada, detrás del toro.

6.- Cuando el torero da un pase con las dos plantas de los pies asentadas en la arena diremos que es un pase artístico. Si el torero levanta el talón del pie inicial el pase será quizás técnico o gimnástico pero no artístico.

7.- Rajarse (marcharse el toro a las tablas renunciando a pelear) es una de las mayores muestras de falta de casta, sólo superada por acostarse directamente en el suelo delante del torero. Cuando un toro se ha rajado no debe ser aplaudido en el arrastre.

8.- A un toro normal se le entra a matar “en suerte natural”, pasando el torero entre el toro y las tablas. A un toro rajado se le entra a matar “en suerte contraria”, pasando el toro entre el torero y las tablas.

9.- La oreja se pide ondeando el pañuelo, no con gritos. A la hora de concederla el presidente no debe sacar su pañuelo inmediatamente después de que el torero le salude. Debe esperar a ver si la petición del público es realmente mayoritaria (muchas veces parece que es mayoritaria sin serlo realmente).

10.- Para conceder la segunda oreja no basta que la petición sea mayoritaria. Además de esto es fundamental tener en cuenta la ejecución de la estocada. Si el presidente saca los dos pañuelos a la vez estará demostrando su ignorancia del Reglamento. Si el público pide la segunda oreja cuando se ha matado al segundo intento también estará demostrando su ignorancia. El rabo debe ser excepcional y en caso de indulto no debería concederse (al faltar la estocada).

jueves, 2 de mayo de 2024

¿Picar a caballo levantado?

La suerte de picar a caballo levantado se practicó durante el siglo XVIII y gran parte del XIX. Los caballos iban sin peto y el picador llevaba vara larga, no corta como ahora; eran varilargueros.

Paquiro la definía así: "Este modo de picar consiste en dejar llegar al toro a la vara terciando un poco el caballo hacia la izquierda y, conforme esté aquél en el centro, en vez de despedirlo del encontronazo dejarlo seguir hacia el brazuelo del caballo, que en este tiempo se habrá alzado de manos, echándose hacia la derecha buscando los cuartos traseros del toro y saliendo con pies. La cogida no puede verificarse pues cuando el toro está humillado, para meterse debajo del caballo, se libra éste en virtud del movimiento que hace sobre las piernas".

Las muertes de caballos eran mínimas. El caballo pertenecía al picador, no a la empresa. Ésta contrataba al varilarguero, que no formaba parte de la cuadrilla ni obedecía al matador. Se cita el caso de Luis Corchado, en tiempos de Costillares, que picó una corrida de veintidós toros sin pierna de hierro y sacó ileso a su caballo.

Cuando, en tiempos de Paquiro, el picador pasa a depender del matador, éste le ordena picar a caballo parado para quebrantar al toro sin preocuparse de salvar al equino. En tiempos de Guerrita se llega al culmen de las muertes de caballos, lo que terminará cuando se implante el peto en 1928.

A partir de esta fecha se deja de picar a caballo levantado. Ahora, de vez en cuando, se ve alguna imagen que recuerda a eso pero sólo es consecuencia de que un toro empuja romaneando con fuerza. Quizás los caballos ligeros que a veces se usan en Francia permitan hacer algo parecido. En alguna ocasión el picador Tito Sandoval ha levantado el caballo pero sólo para citar; esto es algo que no tiene nada que ver con picar a caballo levantado.