Recuerdo como si fueran de ayer las palabras de mi maestro, pero me las dijo cuando yo era niño. Me hablaba de las diferentes formas de organizar políticamente las sociedades humanas. Terminó su explicación de esta manera: "En la sociedad humana debe reinar la libertad, pero no como una reina absolutista. Si no se le ponen ciertos límites podríamos encontrarnos con una situación tal que un hombre muy rico de Estados Unidos tuviera dinero para alimentar a su gato con leche mientras, a la vez, una mujer muy pobre de Biafra no tuviera dinero con que comprar leche para su niño enfermo. Eso no es cristiano". Ahora me admiro de que mi maestro considerara esa situación del ejemplo como meramente hipotética.
Cuando un grupo de presión exige una escalada de implantación de leyes de bienestar animal, no pensemos que se organiza espontáneamente, de la noche a la mañana.
Desde hace años se constata en los países desarrollados un crecimiento demográfico negativo. Este dato hace tiempo que alertó a las economías occidentales, y sobre todo de EEUU y Europa.
El Centro de Estudios del Capitalismo, en la Universidad Francisco Marroquín, publicó en febrero de 2001 lo siguiente:
"La población europea actual (731 millones al 2011) representa el 10.6% de la población mundial (6,897 millones al 2011), cuando a principios del siglo pasado representaba el 27% de la mundial. Mientras, la población africana se habrá doblado en tan sólo 24 años y la asiática, en 37 años. La natalidad se encuentra en un descenso tan preocupante que tendrá efectos negativos en el Producto Interior Bruto de los países más desarrollados. Los índices de natalidad en retroceso y sus correspondientes cambios de tendencia de las sociedades desarrolladas provocaron que las empresas de alimentación, servicios y sanidad dejaran de producir de cara al mercado humano y se centren ya en la producción destinada a los animales de compañía. Un ejemplo es Nestlé, que dedica ya más del 75% de sus recursos al mercado animal, no al humano, lo mismo que las grandes multinacionales como Purina, Mars, Procter, etc. Estas multinacionales se refundan y se implantan en países latinos como México, Ecuador, Perú, Venezuela o España. Concretamente en España, Cataluña es el núcleo de producción y distribución más importante. El diario Expressen, de Estocolmo, afirmó en un reportaje de 2003 que el mercado de la mascota ya tenía volúmenes de beneficios superiores a los del boom del petróleo en los años 70".
Hace años escuché un comentario radiofónico de una periodista escandalizada por los cambios sociales. Se refería a que ya se ven muchos matrimonios jóvenes que, a la pregunta de un conocido sobre si tienen niño, responden: "No, pero tenemos perro". En su honor diré su nombre: Pilar Cernuda.
Creen algunos ingenuos, que se dejan arrastrar por la demagogia animalista, que esta nueva ideología (no confundible con el ecologismo) no está generada, estimulada y desarrollada por las grandes empresas de alimentación. Éstas, sin la creación artificial de un nuevo ámbito de negocio, perderían ingresos si siguieran atendiendo sólo al nicho de la alimentación humana; ¿por qué? pues por la tasa de desarrollo demográfico en los países ricos, que es no baja sino negativa. ¿Podrían redirigir la inversión de sus recursos a la alimentación humana de los países pobres? Sí pero esa solución no les convence porque la capacidad adquisitiva de una familia pobre, en un país pobre, que compra alimentos para sus niños es menor que la de una familia rica, en un país rico, que compra alimentos (y jerséis de punto) para sus mascotas. Entre un negocio y otro no hay color.
Para resumir: Sobre este asunto, las cuestiones de negocio son alarmantemente obscenas. En Palma (donde la población censada extranjera supera ya el 21% con un promedio de edad de 38,5 años, nada de jubilados) hay tiendas con prendas de Juicy Cuture, Adolfo Domínguez, Louis Vuitton o Agatha Ruiz de la Prada para mascotas. Un propietario de un perro se deja aproximadamente 1.500 euros en ropa y complementos, según declaraciones a El Mundo Tolo Vicens, el propietario de la tienda ‘Rulos’ en Palma y explica que existen correas de piel rematadas con cristal Swarovski por 80 euros o pintadas a mano por un pintor italiano de la Toscana- con su certificado de autenticidad incluido- por 90, camas de piel y cuero (180 euros), ropita de marca (ente 40 y 100 euros) y bolsos que pueden costar hasta 2.000 euros son algunos de los lujos que estos pequeños animales de compañía requieren para estar ‘a la última’ . A lo que sin duda se refiere Jaume Font y nos referimos nosotros, es que la facturación in crescendo de todo tipo de medicinas, ocio, ropa, comida, … para las mascotas (calculada en más de 200.000 millones de dólares en todo el mundo, datos de 1014) se basa, ante todo, en el control de su población y mercado. En la castración de los machos y el vaciado de las hembras. Control sobre la natalidad y control sobre los instintos animales, que desaparecen con esta medida veterinaria. Y hablamos de control porque la natalidad humana, descendente desde la década del ochenta, no puede ser controlada por multinacional alguna, pero si pueden hacerlo con las mascotas. El zoólogo y biólogo Konrasd Lorenz, Premio Nobel en 1973, se rebeló en los inicios de este mercado cuando declaró públicamente lo siguiente: ‘la castración es el medio más draconiano y vejatorio de quitar las capacidades psicofísicas al animal, convirtiéndolo en un ser blando y anodino. Se trata de un método que amputa no sólo los genitales sino también, en nombre de la salud y la higiene, procede a la regulación de los instintos. No es posible defender las castraciones y, al mismo tiempo, adherir una posición naturalista’. ‘Que le gente castre a sus mascotas y además excuse el hecho en razones científicas, demuestra el grado de perversión y cinismo. No sólo es cultura depravada, sino científicamente depravada”.
¿Y qué hacemos con la diferencia que hay entre la dignidad de un niño y la de un hamster? Lo que hacemos es suprimirla por la vía de reconocerle a un hamster la misma dignidad que a un niño. De eso ya se encargarán los filósofos animalistas que serán animados por las prebendas que les pasarán subrepticiamente las sociedades capitalistas. Tan subrepticiamente que estos nuevos intelectuales predicarán que el animalismo es el nuevo anticapitalismo.
Un perro consume más recursos naturales que un todo terreno Toyota Land Cruiser que recorra 10.000 kilómetros anuales. Un gato tiene el mismo impacto en el medio ambiente que un Volkswagen Golf. Esta es una de las conclusiones extraídas de estudios científicos que alarman del impacto medioambiental negativo de las mascotas. Con la denominada ‘huella ecológica’ como referencia científica (recursos naturales necesarios para la existencia de un ser o asumir el impacto de una acción: la vida de un animal, un hombre o el uso de coche) los analistas medioambientales partidarios de un planeta sostenible y en equilibrio han lanzado la voz de alarma sobre las mascotas. Alimentar a un perro mediano equivale a utilizar 0,85 hectáreas del planeta. Para alimentar a un etíope, empleamos 0,65 hectáreas. Para un vietnamita 0,76 hectáreas.
Las cifras generan dos cuestiones desconocidas o silenciadas a la opinión pública. Una de ellas, el impacto negativo medioambiental de las mascotas en el mundo con un alarmante coste de recursos naturales. Y, otra, una cuestión ética que deja al ser humano en situación de indefensión y de precariedad respecto a las mascotas, que ya hemos situado en un lugar superior de prioridad alimentaria, sanitaria y de ocio.
Un perro mediano consume al día, mínimo, 90 gramos de carne y 156 de cereales en una ración de 300 gramos de pienso que fabrican las multinacionales de las mascotas. Pero estamos hablando de elementos naturales procesados, que equivalen, antes de esa ‘fabricación’, a unos 450 gramos de carne fresca y 260 gramos de cereales. En un año, un perro mediano consume 164 kilos de carne y 95 kilos de cereales. Siete millones de seres humanos murieron en 2015 a causa de una alimentación escasa. Unos 400 millones de seres humanos se alimentan con 65% de los alimentos servidos a las mascotas perro de una ciudad.
En Europa existen 75 millones de perros censados. Siguiendo la proporción de costes medioambientales descritos, podemos afirmar que este continente tiene un país mas llamado Mascotalandia, con una superficie superior a la de España (unos 50 millones de hectáreas) y próximo a los 70 millones de hectáreas, que son el terreno del planeta empleado sólo para la alimentación de perros mascotas. No se añaden los millones de gatos y de otras especies. Recordemos que el impacto medioambiental de un gato, es de 0,15 hectáreas al año.
Los científicos alarman de esta situación que se multiplica cada año. El mundo no sólo no debate estas cuestiones, sino que camina hacia la prohibición de espacios y recursos de equilibrio sostenido (dehesa, espacios de caza y pesca) muy regulados y sostenedores de gran parte de nuestro medio ambiente. El animalismo, punta de lanza social y de marketing del mercado de las mascotas (mascotismo) se revela como el gran enemigo de la ecología y de la ciencia medioambiental del planeta. Eso sin entrar en el debate moral en el que este medio ha insistido: priorizar la vida y el bienestar de un ser mascota frente a un ser humano.
En España hay censados cerca de seis millones de perros mascotas. Teniendo en cuenta que, al menos una vez al día se usan bolsas de plástico, la mayor de las veces de polietileno, hablamos de seis millones bolsas no reciclables (tardan una media de 150 años en descomponerse) diarias que van a nuestros vertederos con un impacto medioambiental sin precedentes, agravado por la mezcla de elementos compatibles como heces y plásticos. Aún no está analizado el impacto del orín indiscriminado de seis millones de perros al día. Los científicos aluden que el número reales de perros, censados más no censados, podría ser el doble.
Estos datos no son los únicos negativos y agresores del mercado mundial de las mascotas. La asociación suiza medioambiental y ecológica Pro Natura, ha denunciado que, un país como Australia, en un mes, gatos domésticos elimina a más de 350.000 pájaros, 400.000 insectos, 50.000 ranas y que están exterminando al lagarto de arena. Denuncian que las mascotas del mundo eliminan cada año a 75 millones de animales endémicos, según conclusiones de XII Congreso Internacional de la Fauna Silvestre en Suramérica, celebrado en Quito (Ecuador).
Estos datos matemáticos de consumo e impacto ambiental se basan en los estudios científicos que repercuten metros cuadrados del planeta usados para la producción, mantenimiento o costo de recursos naturales, para producir un kilo de carne o de cereales. También para la ‘absorción’ de un impacto negativo, como las emisiones nocivas de un coche. Lo que el cuidado desconoce que el equilibrio sostenible de este planeta pasa por esta máxima: la tierra no crece en hectáreas, mientras que hemos decidido aumentar la población del ser llamado mascota en un 35% los últimos 15 años.
* Datos recogidos de investigaciones de informes de Ecoavant, Veoverde, Greenpeace, Pronatura, y medios de comunicación de Suiza, Australia, México e India.
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