Si yo fuera torero
brindaría por ti de esta manera:
por la mujer que quiero;
por esa majestad y maravilla
de luna, de mujer y primavera,
que abraza con los ojos la mantilla
y aroma como un nardo la barrera.
Por la que tiembla cuando sale el toro,
estruja entre sus manos los claveles,
lleva al pecho palomas en azoro
y se la anida al corazón la pena;
prefiere mi quietud a mis laureles,
no escucha los aplausos en la arena;
y al acabar la fiesta, cuando pasa
primaveral y airosa, ente la gente,
lleva desde el tendido hasta la casa,
los labios de reír como una fuente,
los ojos de llorar, como una brasa…
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