La media luna la vemos en un grabado del año 1582 (reinado de Felipe II), donde se representa como arma para cazar toros salvajes; está en el "Libro de la Montería" de Argote de Molina, publicado en Sevilla.
“El Correo Literario y Mercantil”, de 22 de noviembre de 1829, dice que: “…tras dar Juan León mil pinchazos al toro, como iba ya oscureciendo y el toro no caía se le desjarretó con la media luna”. Es decir, la media luna se utilizaba cuando el torero, pasado un tiempo, era incapaz de matar al toro con el estoque; es el mismo papel que hoy juega la devolución del toro al corral (o, ante su imposibilidad, el apuntillamiento en la plaza).
Sobre su antigüedad, Cossío dice que no le ha sido posible determinar con exactitud el momento de su introducción, al tiempo que transcribe una carta que el torero Pedro Romero (retirado en 1799) envía a D. Antonio Bote, de fecha 4 de diciembre de 1829 en la que le dice: “…acerca de la media luna [le digo] que el año 1775 fue el primero que fui a esa Corte y no vide nunca la media luna ni la oí mentar; oigo ahora nombrar muy a menudo la media luna, hasta en los papeles públicos, y aunque me hago cargo como es, no conozco a semejante bicho”. Se ve que Pedro Romero (como posiblemente Cossío) no conocía el grabado de 1582. Se deduce, además, que la media luna empezó a usarse antes (pero poco) de 1829; los grabados de Goya (con uno que muestra una media luna) son de 1816.
Un artículo de la revista El Enano, en su número del 12 de abril de 1853 decía: “Si brutal es la costumbre de los perros, la de desjarretar los toros con la media luna excede mucho, siendo tan repugnante y bárbara que nunca habrá quien la pueda ver con gusto. Si hay un espada tan torpe que no puede matar un toro, no ha de ser el desdichado animal en quien se castigue su torpeza; ábrasele las puertas del corral y allí mátesele como se quiera, pero no se dé al público espectáculo tan horroroso”. O sea, la media luna se usaba como remedio de último extremo pero no como algo deseable; parece que su uso empezó después de la costumbre de los perros.
Una de las últimas veces que a un diestro le sacaron la media luna, en una corrida de toros, fue a Cayetano Sanz en la plaza de Madrid, el 9 de mayo de 1861. El boletín de “Loterías y toros” dice del torero: “Cayetano Sanz, después de once pases naturales, tres más con la derecha, dos por encima de la cabeza y uno de pecho, dio una corta y delantera a volapié, una en los cuernos, otra baja y delantera a volapié, otra lo mismo, otra igual, otra al aire, otra corta a volapié, en que le descordó y tres estocadas arrancando, saliendo la media luna…”. Total diez estocadas. Tras este rosario de pinchazos, no sabemos qué era más desagradable y repulsivo, si la media luna o el recital del señor Cayetano.
“Cortar el cepo” consistía en amarrar con una cuerda una pata del toro para después desjarretar. Sobre el juicio merecido por esa suerte dice el Cossío que “…nunca aparecía en el tiempo de los diestros Romero, Hillo y Costillares. Esta acción, repugnante en sí misma, es además la ignominia de la tauromaquia, y la más opuesta al espíritu de ella, que consiste en ostentar la destreza en la lidia, el conocimiento, la serenidad y el valor estoqueando noblemente las fieras cara a cara cuando están en toda la libertad y aptitud para defenderse de sus enemigos; y por tanto, el inutilizar al toro traidoramente… y sea asesinado a mansalva de un modo ruin y cobarde…” Claro; igual que devolver el toro al corral es lo peor que le puede pasar a un torero, aunque en ello no hay trato traidor y ruin al animal. Pienso que Cossío descalifica tanto el cortar el cepo como el uso de la media luna en cualquier forma. Podemos ver una representación de su uso en una litografía de 1895.
Carlos Albarrán El Buñolero, portero de toriles de la plaza de toros de Madrid, la de la Puerta de Alcalá, fue el último a quien se vio utilizar aquellos grupos de perros de presa que se azuzaban contra los toros cobardes, y el último que exhibió la famosa media luna de acero embutida en una garrocha, que se empleaba para desjarretar a las reses, y para avisar a los matadores que había transcurrido el tiempo reglamentario para matar al toro. Tal personaje fue retratado por Zuloaga.
Ahora la curiosidad. Tras su abolición, aún permaneció la obligación de mostrar al público la media luna y estaba recogida en varios reglamentos de la época, como lo reflejan los de las plazas de Madrid, Barcelona y El Puerto de Santa María, entre otras, aprobados en 1880, estableciendo en su articulado la obligación, del empresario de la plaza, de proveer al menos una media luna y que la autoridad: “transcurridos quince minutos, hará una señal el Presidente y el toque de un clarín anunciará haber pasado dicho tiempo y servirá para que el espada se retire al estribo, y que el puntillero saque y muestre al público desde el callejón la media luna para ludibrio (escarnio) del espada, pero no hará uso de ella por ser este un acto repugnante”.
El uso de la media luna quedó abolida definitivamente en 1.917.
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