lunes, 15 de marzo de 2021

Paquiro en la poesía

1. Rainer María Rilke. A la memoria de Francisco Montes Reina "Paquiro"


Desde que, insignificante casi, se arrancó

del toril, con el espanto pintado en el semblante,

y aceptó la terquedad del picador

y la incitación de las banderillas como 

si fuese un juego, ahora su fogosa estampa

se acrece. Mira: en qué tamaña mole

se amontona, desde el antiguo negro odio,

blandiendo su testuz cual puño airado, fiero;

no jugando ya contra uno cualquiera,

no: enarbolando en su cerviz sangrientas

banderillas por detrás de los calados cuernos,

conociendo desde ahora a su enemigo eterno,

aquel que en oro y seda rosa malva

se vuelve de súbito y, como a un enjambre

de abejas que con gesto despectivo sacudiera,

al aturdido por debajo del brazo le deja

libre el paso, mientras sus ardientes miradas

se alzan de nuevo, suavemente conducidas;

y como si aquel círculo, afuera, se remansara

en el destello y oscuridad de sus ojos

y en cada palpitación de sus párpados,

así, imperturbable, sin odio,

reclinado en sí mismo, sereno, sosegado,

hunde su estoque casi dulcemente

en la gran ola que rueda de nuevo

impetuosa a estrellarse en el vacío.

                       

Escrito a la vista de una estampa del torero entrando a matar. Corrida (In memoriam Montes, 1830), París, 3 de agosto de 1907.  Traducción de Jaime Ferreiro Alemparte.


2. Serafín Estébanez Calderón. Luzbel y Montes


Trocándose Luzbel en negro toro,

con asta y traza fiera cerrar quiso

la puerta celestial del Paraíso

al noble atleta cuya muerte lloro.


El campeón Miguel, su estoque de oro

con su manto le ofrece de azul viso,

los toma al punto, airoso mide el piso

y cita al monstruo con tropel sonoro.


El bufa y ruge, le acomete y cierra;

mas al trapo burlado, grata historia,

truncado el cuello, al golpe atroz se atierra.


El cielo en coro aplaude la victoria,

vomita el dragón fuego y muerde tierra,

y Montes triunfa, entrándose en la gloria.


3. Alfonso García Tejero. De Los toros.


Aun viven en los cantos populares

un Cándido, un Guillén, un Pepe-Hillo,

y el célebre Romero, y Costillares,

que lauros conquistaron a millares

y es eternal de su corona el brillo.


También cedió para un altivo diestro

la fama su laurel rico, esplendente.....

para el ínclito Montes, el maestro,

que fue en el arte con orgullo nuestro

un genio superior....., genio eminente.


Aquella majestad, brío, limpieza

en los pases, recortes y capeo.....

y tanta donosura y gentileza,

y heroico valor, tanta destreza

le hicieron el caudillo del toreo.


El rey de los toreros se apellida

y con justa razón rey se proclama.....

Su nombre ya no muere, pues su vida

en letras de oro se verá esculpida

y tanto durará como su fama.


4. Canción recogida por García Lorca. El Café de Chinitas.


En el Café de Chinitas

dijo a Paquiro un germano:

soy más valiente que tú,

más torero y más gitano.

 

En el Café de Chinitas

dijo Paquiro a Frascuelo:

soy más valiente que tú,

más gitano y más torero.


Sacó Paquiro el reló

y dijo de esta manera:

este toro ha de morir

antes de las cuatro y media.


A las cuatro de la tarde

se salieron del café

y era Paquiro en la calle

un torero de cartel.


(1) Ese enfrentamiento en la realidad debió ser el que tuvo el torero Lucas Blanco (condenado a muerte por el asesinato).

(2) Ese enfrentamiento en la realidad debió ser el que tuvo (sin mayores consecuencias) con El Chiclanero


5. Copla popular


“Ya se murió Curro Montes,

Ya se murió el Chiclanero,

Ya no quedan en el mundo

Arte, valor ni salero”


6. Jesús Cuesta Arana. Paquiro de mar y oro


Un toro por montera coronando la testa

de un marqués a punto de título.

Dos bramidos por ojos, surcando el aire la mirada

semejando dos mascarones de proa patinados por la mar.

La boca orillando la tristeza con rictus sensual.

Nariz olfato de aires primitivos de Sancti Petri.

Patillas de sentidor romántico como dos hachas negras

cortando el curtido cuero.

La frente, calma chicha con la tormenta por dentro.

El cuerpo, tan pétreo y airoso como la Torre de Reloj.

El mar es vino de la tierra en los atardeceres de Chiclana,

donde el bronce campana

de la memoria de Francisco Montes

alborotó con su metal la estrella de la mañana.

Paquiro no fue, es, ni será carne de lápida

sino eterna brisa de recuerdo aéreo

donde suena el latido de los números rojos y negros,

al pie de un reloj sin manecillas,

un reloj sin arena, un reloj sin sol.




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