Humberto Parra: “Una obra de arte se defiende por sí sola”
Charlamos con el pintor taurino Humberto Parra sobre pintura y toros
Humberto Parra (Lima, 1960) es un pintor especializado en cuadros de temática taurina. Está asentado en El Puerto de Santa María (Cádiz). Hoy es una figura conocida en todos los ambientes taurinos, especialmente los de las grandes ferias. En su ciudad de acogida se desenvuelve como un portuense más y es fácil encontrarlo en cualquier evento de alguna peña taurina. En uno de ellos quedamos para charlar con tranquilidad. El día de la cita fuimos puntuales los dos.
¿Cómo se desarrolló tu infancia y cómo surgió tu afición?
La mía fue una infancia normal. Nací en el Balneario de Barranco, la tierra de Chabuca Granda, al lado del mar, sintiendo su brisa y su sonido. Allí el cielo es gris porque, como no llueve, hay una neblina permanente que no deja ver el azul celeste. Cuando Rafael Puga ganó el Escapulario de Lima y empezó a salir en la prensa y en la televisión me pregunté de qué iba esto. Comencé a frecuentar la plaza de toros y me acabé metiendo en este mundillo. Estuve toreando, sin caballos y con caballos, durante tres años.
¿Qué fue de tu carrera taurina?
Puga me dio la alternativa en un pueblo de Perú pero la renuncié a continuación porque quería intentar la aventura en España como novillero. En 1983 vine con 1500 pesetas en el bolsillo, lo que no era tarea fácil y me hizo pasar algunas aventuras, que resultaron enriquecedoras. Aquí estuve de novillero durante tres años en los que tuve la suerte de convivir con Pepe Manzanares y con Juanito Belmonte, que me acercaron un poco a la élite del torero y, con el tiempo, pude frecuentar a Antonio Ordóñez. Pude torear con regularidad pero no con la frecuencia que quería.
¿Cómo fue tu formación pictórica?
Por suerte, en Lima, mientras era novillero estudié Bellas Artes. Al principio nadie apuesta por ti, lo que genera dudas. Pintaba sin exponer pero cuando colgué los trastos y, tras diversas ocupaciones, hice mi primera exposición se sorprendieron los que sólo me conocían como novillero. Dada la fusión de los dos conocimientos, el de la tauromaquia y el del arte, mi pintura creo que tiene una personalidad clara.
¿Qué pintores de la Historia de la Pintura te atraen?
Cuando estaba en Lima admiraba a Rubens, Velázquez, Goya y los italianos (Boticelli, Miguel Ángel); los seguía por los libros y las revistas. Luego pude verlos en los museos. En la pintura taurina, Roberto Domingo marcó un antes y un después; antes había una monotonía, con pocos puntos en alza y él la enriqueció con el movimiento. Yo pretendo llevar a la pintura no sólo los muletazos sino lo que sucede dentro y los matices que la gente no percibe a diario.
Háblanos de tu estilo, tus técnicas y tus soportes.
En cuanto a estilo, soy más impresionista; trato de recoger la impresión del momento, la luz o la oscuridad y también trato de recoger el antes y el después. De técnicas, he hecho óleo y ahora estoy trabajando más con el gouache, que tiene la ventaja de que con el pincel vas dibujando y creas un clima en la obra que parece que es una mezcla de técnicas. La acuarela también la practico mucho. El dibujo me importa, es básico, pero el carboncillo lo uso sólo en bocetos, porque en obras definitivas, a pesar de su mucho trabajo, el público no lo valora. En soportes, uso tanto tela como paspartús, que viene de Inglaterra a través de Gibraltar, y es de gran calidad.
¿Cómo fue el traslado a España? ¿Por qué asentarte en El Puerto de Santa María?
Vine como torero y me pasé treinta años sin volver a Perú. Mis compañeros de generación se hicieron todos banderilleros, Caba, Carmelo, Julián Maestro, Abel Oliva...; el único que triunfó como matador fue Manuel Díaz El Cordobés. Elegí El Puerto porque una noche lluviosa llegué en tren y al coger un taxi, el taxista, al que no conocía, me preguntó "¿a casa?". Percibí una sensación de familiaridad que me vinculó a esta ciudad, que me llevó a decidir que no hacía falta buscar más; me convirtió en cómplice de El Puerto.
¿Cómo es tu vida en un día normal?
En esta época toca preparar material para la campaña que viene. Es un constante buscar ideas. Cada temporada elijo una frase adecuada que sirva de nexo a toda la obra expuesta. Estoy buscando los toreros que están funcionando para apostar por ellos; el año que viene lo tengo más fácil porque un paisano mío está destacando, Morante sigue en un momento dulce y José Tomás las pocas veces que se anuncia hace disfrutar.
¿Cómo surgió la idea de hacer exposiciones en los hoteles de las ciudades en feria?
No lo inventé yo; cuando empecé ya era tradición exponer en los hoteles más emblemáticos. Antes hacía más viajes pero luego empecé a seleccionar. Cada año, expongo en Castellón en marzo, Sevilla en abril, Valencia en julio, Bilbao o Málaga en agosto y Ronda en septiembre.
¿Has hecho exposiciones en otras salas fuera de los hoteles y de las ferias taurinas?
Sí he expuesto en galerías y salas culturales. Últimamente no me prodigo en galerías, porque tienen una política con la que no estoy de acuerdo. Aquí en Cádiz, hace años expuse en Benot; también expuse en otra sala, en donde me encontré con un profesor que llevaba a un grupo de alumnos y les explicaba mi uso del gouache, distinto de lo que él les había explicado en clase, reconociendo su equivocación.
¿Has participado en concursos de pintura?
No, no me gustan.
¿Qué otros temas abarca tu obra?
Suelo pintar todos los temas, pero con la pintura taurina he logrado hacerme una firma. Por suerte, decir Humberto Parra es relacionarme con los toros. Cuadros con otros temas, desnudos, paisajes, marinas, retratos…, los hago por encargo.
¿Qué torero te gusta repetir más en tu obra?
Me lo pones fácil. Hay toreros que tienen una personalidad muy acusada y te ayudan; con dos trazos defines el esquema y si luego lo acompañas con el color brilla más. Ahí están Curro, Paula, Tomás, Morante...
¿Tu estilo está consolidado o sigue en evolución?
Está en evolución constante. Si comparo un cuadro mío de hace diez años con uno actual, hoy hay más limpieza en el trazo, más seguridad. Las manchas de ahora no son como las de antes; antes manchaba más y hoy una pequeña mancha define un cuadro. Voy buscando decir más con menos trazos. Esa evolución sigue porque los artistas nunca terminan de aprender; eso es lo bonito. Cuanto más sabes más te queda por saber.
¿Tienes agente artístico o vendes directamente?
No, directamente yo. Los clientes quieren conocer al artista. Aunque esté la barrera del idioma, mostrar el cuadro facilita la adquisición. Lo que me llama la atención es que en la mitad norte de España los despachos de los profesionales liberales están con cuadros en las paredes, incluso cuadros de pintura taurina; en la mitad sur los despachos están llenos de diplomas que acreditan la asistencia a cursillos y, si acaso, cuelgan alguna lámina.
¿Algún cliente tuyo es conocido del gran público?
Hay una obra mía en la Casa del Rey. Un año en que el rey asistió a la goyesca de Ronda Antonio Ordóñez fue invitado a ir, con su mujer, a Palacio y decidió llevar de regalo un cuadro mío que él me había encargado meses antes; nunca podré agradecérselo bastante. Aparte, casi todos los toreros son clientes míos.
¿Hay en el público de El Puerto y de la provincia cultura pictórica?
Yo no la veo y es una pena porque hay mucho talento por las calles. En la ciudad y en la provincia hay poca atención por la cultura, por la historia. Se ve un deterioro día a día. En Italia una piedra es cuidada, porque es su historia. En España hay ciudades como Bilbao o Valencia que han tenido un cambio a mejor en los últimos treinta años pero por aquí habría que tirarle de las orejas a alguien.
¿Veremos cuadros tuyos en algún museo?
Espero que sí. Trabajo para ello pero no lo busco, llegará. Eso lo decide el público. Yo sigo trabajando.
¿Qué lugar ocupa la pintura taurina dentro de la Pintura?
Hay un espacio para la pintura taurina pero no está muy abrigada. Antes los pintores eran pintores en general y tocaban el tema taurino pero es Roberto Domingo quien cambió totalmente el lenguaje y los demás bebimos de su forma de interpretar la pintura. Por aquí sigue habiendo en los hogares muchas láminas pero no cuadros. Depende de nosotros mismos el hacer que la pintura taurina sea valorada.
¿Cómo está la pintura española actual dentro del panorama mundial?
Está muy respetada pero no creo en los galeristas. A las galerías van los que compran como inversión. Creo que hay que comprar lo que gusta y si el cliente se equivoca, se equivoca con lo que le gusta. Los galeristas apuestan por donde se mueve el mercado y pintores de valor pueden ser dejados de lado porque van por caminos distintos.
Compara la pintura española actual con la peruana.
Llevo treinta y cinco años en España y puedo hablar poco. Estoy los últimos cinco años yendo allá y veo que hay un cambio social pero pictóricamente no hay tanto cambio como en Europa. Allí van a rebufo de lo que se hace aquí. Ellos no marcan moda, se limitan a copiarla.
¿Cómo ves la fiesta de los toros en este momento?
La veo de modo positivo. Hay cambios, pero cambios en desorden. Dentro de ese cambio han llegado los antitaurinos, que están organizados mientras los taurinos no lo estamos; ellos, sin tener idea, hablan y nosotros, sabiendo, no hablamos. Por otro lado, hoy se torea técnicamente mejor que antes, pero los toreros jóvenes tendrían que aprender a vivir antes de expresarse con el toreo, para no moverse de modo mecanizado. Es la emoción lo que atrae y pone de acuerdo a cualquier espectador de cualquier parte del mundo.
¿Cómo defenderías a la fiesta delante de un extraño?
No pretendería convencerlo. Lo llevaría a una corrida para motivarlo y si lo que ve en el ruedo le convence, es buena señal. Cuando una obra, para ser comprendida, necesita ser defendida, malo; una obra de arte tiene que defenderse por sí sola.
Hasta aquí llegó más o menos la charla sobre pintura y toros con Humberto Parra, el novillero y pintor taurino. Volveremos a hablar de él otro día con motivo de cualquier exposición por esas ferias de España. Nos despedimos y él se va “a casa”, que está en El Puerto de Santa María.
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