Las cifras de la temporada taurina de 2015 son positivas, unos números que mejoran la situación tras el desplome que se vivió en el mundo del toro durante el sexenio que va de 2008 a 2013.
Ahora, después de la cauterización de la hemorragia, los números tienden a la estabilidad, a la velocidad de crucero. Lo demuestran las estadísticas de la temporada 2015, que revelan un leve descenso de la cifra de festejos mayores celebrados en España con respecto a la temporada anterior, acabando el año taurino con 1.145 tardes de toros, apenas 31 menos que en 2014 (1.176). Es decir, lo que en demoscopia se llama empate técnico.
La autonomía que lidera el escalafón es Castilla y León (233 festejos en 2015), por encima de Castilla-La Mancha (225). En tercer y cuarto lugares se sitúan Madrid (196) y Andalucía (190). Estas cuatro regiones aglutinan el 73% del mercado taurino. Extremadura (84), Comunidad Valenciana (42), Aragón (40), Navarra (37), Murcia (32) y País Vasco (21) cierran el 'top ten'.
La provincia que descuella sobremanera del resto en pujanza económica es, como siempre, Madrid. Le siguen Toledo (72 festejos mayores o festivales), Ávila (53), Badajoz (45) y Salamanca (43).Estos datos, recabados por el semanario taurino '6 Toros 6', se traducen en una caída global del 2,6% con respecto al año pasado, en el que los toros salieron de la recesión con una subida del 1,1%. Cabe destacar que estas cifras no incluyen festejos menores como las novilladas sin picadores y las becerradas (que copan un 18% del total de eventos taurinos que se dan en las plazas) o los festejos populares (en claro auge, ya que se dispararon un 16,8% la temporada pasada). Pero sí incluyen los festivales, que de hecho repuntan un 4,5% en 2015, con respecto a 2014, pasando de 222 a 232.
El número de corridas de toros ascendió este año a 450, 10 menos que en 2014 (-2,1%). El número de festejos con ejemplares de cuatro o más años es muy significativo: da la medida de la verdadera salud económica del toreo. En la década de los 80, no considerada en decadencia, la media fue de 476 corridas al año, cifra parecida a la de esta temporada. Además, actualmente hay una ratio de 9,7 corridas por cada millón de habitantes, cerca de la de la Edad de Plata de la Tauromaquia (11,7) y no lejos de la Edad de Oro (12,5). ¿Están los toros en decadencia si se celebra un número de corridas por persona equiparable al de la mejor de las épocas de cuantas ha vivido la Tauromaquia? No hace falta responder; lo hacen los números.
Más datos de 2015. Los festejos de rejones suman 205 (15 menos, una caída del 6,8%) y se totalizan 258 novilladas con picadores, 16 menos que el año anterior (-5,8%).Esta caída se explica en parte porque en 2015 se han dejado de celebrar varias corridas por causas estrictamente políticas, en un contexto de continuo zancadilleo de algunos ayuntamientos a la Tauromaquia.
Si por algo se recordará la temporada actual es por la crisis política, por esa 'gota malaya' del abolicionismo. Por ejemplo, la Marea Atlántica rescindió el contrato con el empresario Tomás Entero en A Coruña, que pasó a engrosar la lista de grandes ciudades sin toreo. Los aficionados de la segunda urbe gallega más poblada que quisieran ver una corrida en su provincia sólo tuvieron una oportunidad: el 5 de abril, una novillada mixta, en Padrón. Otro tanto ocurrió en Gandía (Valencia), donde el ayuntamiento, gobernado por el PSOE, Ciudadanos y Compromís rescindió el contrato del empresario Carlos Puertas -"estamos sufriendo una caza de brujas", se quejó-. Gandía había recuperado las corridas de toros en 2011, después de 25 años de sequía. Otras localidades que han dejado de dar toros, por distintos motivos, son Las Rozas (Madrid) o Requena (Valencia), porque el alcalde del PSOE aseguró que no le daba tiempo a adjudicar la organización de los festejos, sólo un mes después de acceder al cargo. La corriente antitaurina incluso ha llegado a ciudades tan emblemáticas como Alicante (que ha sumado seis festejos en 2015), donde la concejala de Protección Animal, Marisol Moreno (Guanyem Alacant), anunció hace unos días su intención de dejar de celebrar toros en 2017, cuando expire el contrato de concesión actual. Aunque alcalde del PSOE de Huesca no quiere prohibir las corridas, el Ayuntamiento sopesa hacer una consulta en la ciudad (donde se han contabilizado cinco tardes de toros este año). Y Mallorca se ha declarado ciudad antitaurina, tendencia que el gobierno regional quiere expandir a todo Baleares. En esta autonomía se han disfrutado este año tres tardes de toros, en Palma, Alcudia y Muro. En otros municipios, como en Níjar (Almería), el PSOE evitó la prohibición a última hora.
En el apartado opuesto está San Sebastián, donde las elecciones devolvieron el toreo a Illumbe con el PNV, después de tres años de veto de Bildu.
Los toros reúnen el triple de público que la ACB: 6 millones de espectadores. Este órdago antitaurino, aunque no masivo, sí puede contagiarse por un efecto de arrastre. Lo cierto es que el número de asistentes a las plazas de toros crece (el año pasado se contabilizaron 6 millones de espectadores, un 5% más, y nada menos que el triple que la ACB), pero lo que cala en la sociedad es el mensaje de que los toros están en decadencia. Auspiciado, además, por el nulo coste político que supone abrir la lata del abolicionismo, que no es igual que el de subirse al carro.
De ahí que se antoje imprescindible resaltar la musculatura económica de la industria cultural taurina como mejor antídoto contra los ataques. Las corridas de toros, las novilladas, los festivales y los festejos populares dejan una huella económica de más de 3.550 millones de euros al año (2.290 en las plazas y 1.269 en los festejos populares). Este Producto Interior Bravo supone un 0,32% del PIB de España, una cantidad mayor que el gasto anual de 8 de los 15 ministerios del Gobierno. Con esos 3.550 millones de euros se podría pagar la pensión media de jubilación durante todo un año a 249.230 personas.
Los toros son un negocio redondo para las arcas públicas. Los festejos celebrados en las plazas proporcionan al Estado 45 millones de euros en concepto de IVA sólo por la recaudación en las taquillas. Es un 62% más que el cine, que recibe ayudas anuales de más de 60 millones de euros sólo en los Presupuestos Generales del Estado frente a los ceros euros que reciben los toros. Y si sumamos todas las actividades empresariales taurinas se devenga un IVA total de nada menos que 139 millones de euros.
La Tauromaquia emplea en los tres sectores a casi 200.000 personas. Ese importante valor se traduce en que el toro da trabajo a nada menos que 199.000 personas. 57.000 en el sector propiamente dicho y 142.000 en actividades vinculadas. Es decir, una de cada 100 personas que trabajan en España lo hace gracias a la tauromaquia. En concreto, el 1,15% de los 17.189.815 cotizantes de España. Los trabajadores se reparten en las 103 actividades diferentes que están implicadas en el toreo. Es un abanico muy amplio, agrupadas desde el sector primario al terciario, que se verían drásticamente afectadas por una hipotética prohibición. Gracias al toreo, el turismo y la hostelería obtienen 1.610 millones de euros al año. Casi tres cuartas partes de ese pastel se las llevan los hoteles y los bares y restaurantes. Provincias eminentemente turísticas como Málaga (27 festejos en 2015), Sevilla (40), Cádiz (21), Huelva (18) o Valencia (27) se sitúan entre las más activas, taurinamente hablando. Por no volver a citar Madrid y Toledo, líderes en solitario.
De hecho, el toro es con lo que los turistas más asocian a España (que es el tercer país receptor de visitantes del mundo), según el Barómetro Imagen de España del Instituto Elcano. El impacto turístico de los toros es enorme: por cada 50 euros invertidos en la compra de una entrada se generan otros 118 euros adicionales para la economía local. Por cada euro invertido en toros, los negocios de la ciudad se llevan otros 2,3 euros.
Todo esta gran huella económica se ha consolidado con las cifras de la temporada 2015. Al mantenerse casi estable el número de festejos celebrados puede concluirse que la economía taurina se estabiliza, en un año difícil, a contrapelo de un vendaval abolicionista.
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