“El componente primario de la intuición tauromáquica es psicológico: es la comprensión del toro. No me refiero al conocimiento de las propensiones que los toros manifiestan; este conocimiento no es nativo, se adquiere. Me refiero a comprender la condición genérica del toro.
La furia en el hombre es un estado anormal que lo deshumaniza y suspende su capacidad de percatarse. Mas en el toro la furia no es un estado anormal, sino su condición más constitutiva en que llega al grado máximo de sus potencias vitales, entre ellas la visión. Su embestida, lejos de ser ciega, se dirige clarividente al objeto que la provoca. Su furia es una furia dirigida y se hace dirigible por parte del torero.
Lo que hace falta es comprender la embestida en todo momento conforme va efectuándose, y esto implica una compenetración instintiva entre el hombre y el animal. Eso es lo que llamo comprensión del toro y es el don primigenio que el torero de gran fondo encuentra dentro de sí. Sólo ese don hace posible la intuición de los terrenos y el valor del torero. Aquélla, porque sólo entonces tienen para el hombre los movimientos furiosos del toro una dirección precisa y una ley que permiten anticipar su desarrollo y acomodar a éste el propio movimiento o la propia quietud. El valor en el torero no tiene nada que ver con la inconsciencia, sino que se halla bien fundado en la lúcida percepción de lo que el toro está queriendo hacer.
Como la furia del astado es clarividente, lo es también el valor del diestro ejemplar. Ante la furia del el mal torero se limita a articular un ensayo de fuga. El torero egregio, en cambio, se apoya en esa furia y es ella quien sostiene su actuación”.
(“La caza y los toros”)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se permitirán comentarios ofensivos, de mal gusto o que falten a la verdad.