lunes, 18 de junio de 2018

Rainer María Rilke: Corrida (In memoriam Montes, 1830)

Desde que, insignificante casi, se arrancó
del toril, con el espanto pintado en el semblante,
y aceptó la terquedad del picador
y la incitación de las banderillas como

si fuese un juego, ahora su fogosa estampa
se acrece. Mira: en qué tamaña mole
se amontona, desde el antiguo negro odio,
blandiendo su testuz cual puño airado, fiero;

no jugando ya contra uno cualquiera,
no: enarbolando en su cerviz sangrientas
banderillas por detrás de los calados cuernos,
conociendo desde ahora a su enemigo eterno,

aquel que en oro y seda rosa malva
se vuelve de súbito y, como a un enjambre
de abejas que con gesto despectivo sacudiera,
al aturdido por debajo del brazo le deja

libre el paso, mientras sus ardientes miradas
se alzan de nuevo, suavemente conducidas;
y como si aquel círculo, afuera, se remansara
en el destello y oscuridad de sus ojos
y en cada palpitación de sus párpados,

así, imperturbable, sin odio,
reclinado en sí mismo, sereno, sosegado,
hunde su estoque casi dulcemente
en la gran ola que rueda de nuevo
impetuosa a estrellarse en el vacío.




.............................París, 3 de agosto de 1907.








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