miércoles, 9 de noviembre de 2022

Los toros en los años 60

En el año 1960 de lo que se hablaba en España era de la competencia entre Luis Miguel Dominguín y su cuñado Antonio Ordóñez. Después torearon juntos diez corridas en plazas importantes, cuatro de ellas mano a mano. Tres cornadas graves de cada torero acabaron con la retirada momentánea de Luis Miguel.

El toro de estos años no era el toro pequeño de después de la guerra ni el toro afeitado que había denunciado en 1952 Antonio Bienvenida (alternativado en1942). Ahora salía un toro cuajado, encastado y astifino, pero no con los kilos de hoy, que no se soportan bien en los esqueletos de la mayoría de los encastes actuales.

Los 60 son la época dorada de dos ganaderías que representaban al toro exigente y que cayeron posteriormente: Conde de la Corte y Pablo Romero (hoy Partido de Resina). Es también la época de otras ganaderías que ofrecían toros reclamados por las figuras: Carlos Núñez y Juan Pedro Domecq. También triunfaban hierros existentes hoy pero que han perdido el aprecio: Galache y Buendía.

En 1968 surgió el Libro de Registro de Ganaderías Bravas y el marcado de las reses con el guarismo del año de su nacimiento.

La plantilla de toreros de esta época era impresionante y ha dejado tantos nombres en la historia que algunos la llaman la “Edad de Platino del Toreo”.

Gregorio Sánchez (1956) arrancó la década con la gesta de torear seis toros en Madrid en una corrida benéfica, cortando siete orejas y con dos vueltas al ruedo a hombros. El toro más gordo pesó 504 kilos. Los otros cinco tuvieron, de media, 470. La corrida completa duró 1 hora y 9 minutos.

Él y otros toreros que destacaron en la década de los sesenta provenían de los años cincuenta, como Litri (1949), Aparicio (1950), Antonio Ordóñez (1951), Pedrés (1952), Antoñete (1952), Chamaco (1956), Joaquín Bernadó (1956),  Jaime Ostos (1956), Fermín Murillo (1957), Victoriano Valencia (1958), Diego Puerta (1958) o Juan Mondeño (1959).

La Fiesta estaba muy viva, básicamente porque existía aquel plantel de toreros, en el que los mejores eran buenísimos; los menos buenos eran muy buenos; los regulares eran buenos y de los malos no había ninguno que no supiera torear. El Sanatorio de Toreros estaba siempre lleno, pero todos los toreros tenían torería en el ruedo y en la calle.

A partir de 1960 fueron tomando la alternativa otros que seguidamente dominarían el panorama: Curro Romero (1959), Paco Camino (1960), Rafael de Paula (1960), El Viti (1961), Pepe Osuna (1962), El Cordobés (1963), Luis Parra Jerezano (1964), José Fuentes (1965), Palomo Linares (1966) o Miguel Márquez (1968).


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