martes, 30 de abril de 2024

Uro de Covalanas

La cueva de Covalanas, popularmente conocida como la cueva de las Ciervas Rojas, está en el tramo bajo del valle de río Asón, a la margen derecha del valle formado por el río Calera, concretamente en la ladera noreste del Monte Pando, encima de la cavidad de El Mirón, utilizada como lugar de habitación durante los últimos 45.000 años, en las afueras del núcleo de población de Ramales de la Victoria (Cantabria).

Fue descubierta en 1903 por el padre Lorenzo Sierra, con Hermilio Alcalde del Río, figuras claves de la investigación arqueológica en Cantabria. Fue la segunda cavidad con arte paleolítico descubierta en toda la cornisa cantábrica tras Altamira (en 1879).

En la cueva hay pintados un total de veintidós zoomorfos (dieciocho ciervas, un ciervo, un caballo, un uro y una posible figura de tipo híbrido) más tres signos rectangulares, además de pequeños puntos y líneas que se disponen en frisos.

El uro, o toro primitivo, aparece como una figura de perfil en color rojo, elaborada con la técnica de punteado o dibujo de contorno punteado. Presenta cuernos en forma de lira, aparecen muchos detalles anatómicos y se ven las cuatro extremidades. Se ha discutido su asignación taxonómica pero, considerando las proporciones de la cara, de la zona del pecho y la forma de los cuernos, debe definirse como uro.

En esta figura se ve el aprovechamiento de las formas naturales de la roca, que dotan a la imagen de realismo y viveza por su sentido escultórico. El artista aprovechó el relieve natural de la arista que forma el dorso del animal, la cola y el inicio de los cuartos traseros. Estos aprovechamientos de las formas naturales de la roca introducen sentido escultórico a la representación. Además, destaca la línea de los maseteros, un despiece en el tronco que diferencia la región del tronco y del cuello, y una doble línea de vientre, elementos que transmiten la masividad y corporeidad del animal.

A este uro se asocian una serie de cinco puntos, cuatro bajo el vientre y uno en la región de la boca.


Su cronología es difícil de fijar de manera absoluta. Parece situarse en en torno al año 20.000 a.C. Numerosos autores la sitúan entre un momento final del Solutrense (en torno al 16.000 a.C.) y los inicios del Magdaleniense (15.000-13.000 a.C.). Por contra, hay quien cree que pudiera alcanzar casi los 30.000 años de antigüedad.

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