Los animales no tienen derechos en el sentido estricto de la palabra, pues tampoco tienen deberes.
El derecho es una cosa que los seres humanos nos concedemos. Entendemos que uno tiene un deber y por lo tanto otro tiene un derecho correlativo de exigirlo.
Un animal vive fuera del reino de las leyes. Uno puede concederle derechos. Por ejemplo, una vaca que vive en mi finca tiene derecho a estar allí porque es parte de mi derecho a tener vacas, pero la vaca no tiene en sí misma derecho. Cuando se destroza una selva, el hecho es motivo de sanción porque viola mi derecho y el de mis hijos al oxígeno y a la belleza, pero no porque los árboles tengan derechos.
Los animales son seres vivos con los que podemos tener una relación afectiva, aunque ellos no nos reconozcan afectivamente como nosotros a ellos. Un perro sabe quién es su dueño porque le da comida, pero un perro no ama a nadie. Se crea una sensibilidad que no es otra cosa que el deber de tratarlos para lo que sirven. Si uno lidiara una oveja, pues ello estaría mal, las ovejas no están hechas para eso. Tratar a un animal de una forma indebida es una indelicadeza.
No olvidemos que hay personas muy malas que han tenido muy buenos sentimientos por los animales. Las dos primeras leyes de protección a la Naturaleza que incluían el derecho de los animales las hizo Hitler en Alemania. Fueron las primeras leyes ecológicas en Europa, y él mismo tenía su perro al que cuidaba y quería.
El 8 de mayo José Sánchez del Campo, Cara Ancha, nace en Algeciras (Cádiz).
Hermano de los banderilleros Manuel y Pedro, tras la muerte del padre, la familia se trasladó a Sevilla, ciudad en la que José se lanzó a la aventura del toreo para intentar recuperar económicamente a su familia.
El 14 de abril de 1865 sufrió en Sanlúcar la Mayor una cornada gravísima que le tuvo al borde de la muerte. Consiguió actuar con éxito como banderillero en novilladas de Sevilla. En 1869 entró en la cuadrilla de Antonio Carmona El Gordito, con el que aprendió a realizar el quiebro a cuerpo limpio. Llegó a banderillear con más elegancia y majestad que el propio Gordito.
En 1873 ingresó en la cuadrilla de Manuel Fuentes Bocanegra, estoqueando los toros que éste le cedía y, al mismo tiempo, participando en diferentes novilladas.
La alternativa tuvo lugar el 24 de septiembre de 1874, en Sevilla, con Manuel Domínguez y Bocanegra en el cartel. Confirmó el doctorado en Madrid el 23 de mayo de 1875, a manos de Rafael Molina Lagartijo y en presencia de Francisco Reyes Currito. El toro se llamó Apreturas y pertenecía al hierro de Veragua. En ese festejo falleció, víctima de la cornada en el cuello que le infirió el toro Chocero, de Miura, el banderillero valenciano Mariano Canet Lozano Llusío, de la cuadrilla de Cara Ancha. Éste fue el primer torero que resultó herido de muerte en la plaza de toros de la carretera de Aragón.
Sus quiebros y sus lances de capa, los más perfectos de su época, le abrían las plazas y atraían a los públicos; sus faenas de muleta, con una muleta que parecía un pañuelo, eran clásicas, reposadas, finas, acaireladas de elegancia y bizarría; arrancaba corto y derecho, pero Cara-Ancha no cogió la muerte de los toros. No fue un estoqueador certero y rápido.
Se mantuvo varios años como figura del toreo, compitiendo con Frascuelo y Lagartijo, si bien éste sentía antipatía hacia Cara Ancha.
Practicó mucho de salón la suerte de matar recibiendo, hasta que por fin pudo realizarla en público, al toro Calceto, el 19 de junio de 1881 en la plaza de Madrid. El éxito fue apoteósico. En el poema “Del pasado efímero”, Antonio Machado dice: “Este hombre del casino provinciano,/ que vio a Carancha recibir un día,/ tiene mustia la tez, el pelo cano,/ ojos velados de melancolía”.
Los años comprendidos entre 1880 y 1884 fueron excelentes en su trayectoria, aunque también debió hacer frente a la enemistad de Fernando Gómez García El Gallo y sus partidarios.
En 1894, el 29 de abril sufrió en Madrid el último de los percances, algunos muy graves, que padeció a lo largo de su carrera; el 16 de septiembre hizo su último paseíllo en Madrid. Finalmente, se vistió por última vez de luces el 11 de noviembre en Sevilla, estoqueando, con Francisco Bonal Bonarillo y Antonio Reverte Jiménez Reverte, toros de Murube. El último toro que lidió en su vida se llamó Caminante.
Con él se fue el último resto de aquel toreo fino, serio y reposado, que tanto enaltecieron los maestros Cayetano Sanz y Manuel Domínguez.
Murió en Aznalcázar (Sevilla) el 31 de marzo de1925.
«Tienes muchos asuntos y te pide el cuerpo venir a Madrid, lo dejas todo y te vienes a ver cuatro fiestas de toros y comedias y te ríes muy bien de todo...».
«Yo estoy lo mismo, en cuanto a mi salud; unos ratos rabiando con mi humor, que yo mismo no me puedo aguantar, otros más templado como éste que he tomado la pluma para escribirte, y ya me canso, sólo te digo que el lunes si Dios quiere iré a ver los toros, y quisiera que me acompañaras.»
«Goya se transformaba los días de toros. Con su gran sombrero, su chupa y capa terciada, con su espada debajo del brazo... entablaba relaciones con los toreros de más nombradía. Injeríase, identificábase con aquellas interioridades que más perfectamente revelan el carácter de sus héroes».
«Los toros cobran en la total obra de Goya una tal importancia que no cabe explicarla por ninguna circunstancia histórica, sino por pura inclinación personal».
André Viard trae su nueva obra itinerante: Tauromaquias Universales. La exposición, de la que ya Olivenza, Valencia y Zaragoza fueron testigo en los primeros compases de la temporada, llega a la plaza de Las Ventas con el objetivo de ser lanzadera para las Ferias del resto del año. La historia del uro desde sus inicios, de la bravura de un animal único hasta la actualidad y del paso del tiempo en esta Fiesta milenaria puede visualizarse con la estatua del animal sagrado presidiendo la muestra. Hablamos con el propio Viard.
¿Qué se va a encontrar el aficionado que acuda a los toros y, en los primeros días de San Isidro, decida acudir antes a la exposición Tauromaquias Universales?
El proyecto trata de mostrar que la tauromaquia, en el sentido más amplio de la palabra, no es una invención reciente y no es una cultura reducida a España, sino que es una manifestación cultural que se desarrolló en todo el entorno Mediterráneo y en gran parte de Europa y que por circunstancias históricas se redujo, a partir del siglo XVII, a la Península Ibérica y al sur de Francia. ¿Por qué? Porque en todas las otras regiones, el uro salvaje se aniquiló y los bovinos que procedían de él se domesticaron. No quedó ningún toro salvaje fuera de España y del sur de Francia. De forma milagrosa, el hecho de que los descendientes salvajes y bravos del uro hayan sobrevivido, ha permitido que se sigan practicando las tauromaquias que en la exposición se muestran.
Esta teoría tira por tierra todas las conjeturas animalistas actuales que dicen que el toro es una creación humana para una Fiesta artificial…, ¿no?
El bovino ancestral es el bravo, el agresivo. Entonces puede desaparecer la vaca lechera, porque se puede volver a inventar; puede desaparecer el limusino, especies que se han creado por humanos; pero no puede desaparecer el toro bravo porque es la raza fundamental de la que salen las otras y si desaparece, no se puede volver a inventar porque la bravura no es una máquina, es un carácter. Y el carácter el hombre no lo puede inventar. La raza nace con este carácter, que el hombre ha preservado. Por eso los animalistas no pueden y no quieren entender esto, porque lo que quieren es abolir la corrida porque piensan que sería un símbolo muy fuerte en su lucha global, que es hacer que el hombre no pueda utilizar más a ningún animal para ninguna actividad.
Todos sabemos que el grueso animalista empieza por el Toro de la Vega, sigue por las corridas de toros y terminará por hacernos a todos vegetarianos…
La lucha contra los toros es sólo una pequeña parte de su proyecto, en la que los convertiría pasar a otras metas más amplias. Por eso es importante. Estamos en una lucha de civilizaciones ahora mismo. Desde que el hombre se hizo hombre y salió de la animalidad para hacerse humano, el mundo se organizó bajo un concepto muy sencillo que es el antropocentrismo: el hombre tiene derecho a adueñarse de la naturaleza y lo hace por mérito propio. Era un animalito muy pequeño, sin armas, sin dientes grandes… y la única fuerza que tenía era su inteligencia. Y gracias a esa inteligencia, el hombre se ha hecho dueño del planeta gracias a las otras especies. ¿Que abusó en cierto caso? Pues seguro, y por eso la ecología tiene una función muy importante para regular el uso de los animales. Pero existe otra ecología, que es la que llaman ecología profunda, que no quiere sólo regular la actividad humana.
¿En qué más teorías o dogmas se basan estos grupos para tirar por tierra la historia milenaria de la tauromaquia?
Hay otro dogma, el biocentrismo, que dice que el hombre no es el centro de la creación, sino una especie más, que no tiene más derecho y que no tiene por qué adueñarse de los demás especies. Vemos que es una teoría que nace de la ideología nazi, que se conceptualizó antes de los años 30, que luego se extendió poco a poco a través de filósofos y que ahora mismo ha dado a luz en lo que se llama la ecología profunda y, por ende, en todos los movimientos animalistas, y en una pequeña parte de éste, en el antitaurino. Es muy peligroso, quieren abolir toda actividad humana relacionada con el animal y hacer del humano un animal más. Contra esto hay que luchar, no sólo los aficionados, sino los ciudadanos y los responsables políticos, que están elegidos por humanos para defender a los humanos, no para defender a los animales ni para hacerlos retroceder a la condición animal.
Ahora, que está de moda financiar con dinero público exposiciones animalistas como Carmena ha hecho con 40.000 euros en "Madrid, capital animal”, el toreo se autofinancia para mostrar su verdad. Y en eso la Unión Nacional de Picadores y Banderilleros ha apostado firmemente.
Estoy tremendamente agradecido. Es muy simbólico. Ver a toda esta gente movilizarse así y patrocinar la exposición en Las Ventas me llena de orgullo, porque veo que los toreros han entendido cuál es la naturaleza del problema y qué es lo que se juegan. Vamos mucho más allá de la Fiesta taurina. Defendemos un proyecto de civilización que existe en todas las religiones, en todas las morales y en todas las filosofías. Primero el hombre, el mundo que lo rodea, después. Lo han patrocinado y estoy muy agradecido a ellos, como lo estoy con los otros patrocinadores. EL primero que creyó en el proyecto fue Simón Casas, por eso hemos estado en Valencia y Zaragoza, además de Olivenza con su Ayuntamiento y con el empresario José Cutiño. Ya estamos trabajando con la Casa Chopera para Salamanca. Es un proyecto en el que no ha habido exclusiva, como hacen algunos toreros, sino con el que ha habido que ganarse la repetición, y pienso que el mundo del toro se va a involucrar y va a apostar.
¿Y si diéramos la vuelta a España?
Ojalá demos la vuelta a España y demos la vuelta a la tortilla, porque cuando se ve que en Madrid el Ayuntamiento financia con el dinero de todos los madrileños, con los impuestos de todos los ciudadanos, aquí sacamos pecho y decimos la verdad con nuestro dinero. Esa exposición de "Madrid, capital animal” es un himno al odio hacia el humano. Sobre todo ese cartel. Que unos responsables políticos de una ciudad tan importante se atrevan a eso es muy grave. No es un problema político, es un problema humano. ¿Qué tipo de persona puede estar detrás de estos ataques y qué tipo de políticos puede financiarlos? ¿Qué tipo de funcionario puede trabajar para ello? Es un crimen contra la figura de Goya. Que los antitaurinos comparen la obra de Goya con lo que han hecho cuatro artistas fracasados es un crimen hacia la figura histórica de Goya, ¿quién lo permite?
Y lo más importante, ¿hasta qué día estará la exposición en Las Ventas, qué horario tiene y cuál es su futuro más inmediato?
Ahora mismo está abierta durante las mañanas, de 10 a 13:30, y por las tardes, una hora antes del festejo, pero acabamos el día 8. Hay que darse prisa. Hay mucha gente que se está quejando, que dice que por qué no se ha quedado todo San Isidro, pero esta es la mejor contestación a "Madrid, capital animal”. Esta es la dialéctica que hay que emplear contra los ataques para intentar difundir en la sociedad otro mensaje que el que hay, porque ahora mismo el que hay es el que han escrito los antitaurinos. Nosotros no hemos tenido hasta ahora un relato fundacional como el que tienen los antitaurinos, y ahora lo poseemos con Tauromaquias Universales, con la exposición y el documental. Hace falta difundirlo, con las Universidades y los colegios. Es fácil, pero hay que meternos manos a la obra porque si no nos van a ganar no la batalla con las ideas, pero sí la de la comunicación, porque emplean medios económicos extraordinarias mientras nosotros tenemos que luchar con cuatro duros. Si no se encuentran patrocinadores, no llegará a verse en toda España. Ellos mueven millones de euros, y nosotros vamos juntando mil euros por mil euros para sacar esto adelante. Pero la fe no nos falta. Destaco, de nuevo, en la gente que ha creído hasta ahora en el proyecto. Hemos hablado de ir a la Universidad de verano de Almería, a Burgos, a Gijón, a Albacete… como un torero que está haciendo su campaña. Si estamos bien, que nos repitan…
El Relato Fundacional de Tauromaquias Universales, según André Viard
La fe nace del dogma. No existe mito, religión, moral o ideología sin un relato fundacional que ofrezca un dogma a todos sus seguidores. Escrito hacia el año 2000 antes de Cristo, el poema épico de Gilgamesh –quien, entre otras hazañas, mató al Toro Celeste- fue el primer relato fundacional que abordó la búsqueda de la inmortalidad y sirvió de base para las religiones mesopotámicas. Después, sobre el siglo VIII a.C, nació la Biblia, poco antes de que los pre-socráticos griegos estableciesen los cimientos de la filosofía. Todos fundamentan su visión del mundo en el antropocentrismo, según el cual el hombre es el eje de la Creación.
Nacido a mediados del siglo XX y radicalmente opuesto a todos los grandes mitos, religiones y morales anteriores, el relato fundacional vegano nace del naturalismo nazi, germen de la ecología profunda. Ésta conceptualiza el dogma del biocentrismo, el cual decreta que todas las especies deben gozar de los mismos derechos y que el hombre es sólo un animal más. La consecuencia de este relato fundacional es que hay que prohibir todas las actividades humanas que utilizan a los animales, empezando por la corrida de toros: según el relato de los veganos, « la Fiesta es tortura y la tortura no es cultura ». Este relato mentiroso no supondría peligro alguno si hubiera otro, con la misma capacidad de difusión, capaz de restablecer la verdad. Pero como no existe, el relato vegano está difundiéndose en todas las sociedades modernas con la misma facilidad que los grandes relatos fundacionales en la humanidad primitiva: hoy en día, para las nuevas generaciones, declararse vegano -y antitaurino- equivale a reivindicar su progresismo cuando, en realidad, significa militar, de forma más o menos consciente, a favor del fin de una civilización llena de valores ejemplares y apoyar el advenimiento de otra civilización cuyos fundamentos son subversivos.
Es fácil entender el peligro de la situación: si frente a este relato demoledor sólo somos capaces de asegurar que Morante es un artista grandioso y Cobradiezmos un gran toro bravo -ambas cosas ciertas, por supuesto-, no podremos detener el avance de esta ideología difundida por una secta liberticida que extiende sus tentáculos a nivel mundial con la constancia de la gota de agua, capaz de penetrar en la roca más dura. No se trata, obviamente, de convencer a los veganos de que están equivocados como en todas las sectas su integrismo los vuelve fanáticos-, sino de dirigirnos al resto de la sociedad para explicar, a través de otro relato, lo que la Tauromaquia es y representa. Aunque parezca mentira considerando el imponente número de obras que los toros han inspirado a través de los siglos, este relato fundacional no se ha escrito antes de "Tauromaquias Universales", que llega en el momento oportuno para llenar este vacío.
Su fundamento es incuestionable: 20 milenios antes de los primeros relatos escritos, los cuales ensalzan la figura del hombre como eje del mundo y de la naturaleza, las pinturas parietales de Villars y de Lascaux sientan las bases del antropocentrismo que las religiones y morales posteriores erigieron en dogma universal.
¿Qué vemos en Villars? Un hombre desafiando a un toro, arriesgando su vida para matarlo y asegurar así el futuro de su gente.
¿Qué vemos en Lascaux? Un hombre derrotado por el toro, después de haberlo herido de muerte.
¿Dónde se encuentran ambas pinturas? En el ábside de dichas cuevas, lo que demuestra su dimensión religiosa.
¿Qué es lo que se venera? No al toro, sino al hombre que sacrifica su propia vida para salvar la de los demás.
El relato fundacional de las Tauromaquias Universales parte de esta dimensión religiosa y de la figura crística que se le atribuye al hombre cuando se enfrenta al toro. Esto nos permite atribuir a la corrida de toros moderna una justificación más universal que el arte de Morante o la bravura de Cobradiezmos. Ambos son el Grial que los aficionados persiguen, pero también la manifestación contemporánea del hecho fundador: su valor real reposa en que legitiman la fe y regeneran el dogma.
Hace 23 milenios, cuando pintaron la "tauromaquia" de Villars, nadie cuestionaba que el hombre matase al toro: era la condición de su supervivencia. Después de extraerse de la animalidad -en parte gracias a la alimentación, la cual enriqueció con la carne de las demás especies, favoreciendo el desarrollo superior de su cerebro lo que, a su vez, permitió que el hombre primitivo inventara las armas que la naturaleza no le había otorgado-, nuestro lejano antepasado salió a la conquista del planeta adueñándose de él. Y el primer héroe de la Humanidad, homenajeado en la cueva de Villars, fue un cazador de toros. A continuación, a lo largo de veintitrés milenios, las Tauromaquias Universales simbolizaron esta lucha por vencer a la naturaleza, hasta que todas desaparecieron en las regiones donde se desarrollaron, a medida que el toro salvaje desaparecía en ellas. Este rito nacido con la Humanidad se perpetuó, sin embargo, en España y en el Sur de Francia, donde algunas ramas procedentes del uro primigenio consiguieron resistir a la erradicación y superaron la domesticación. Entre tiempo, la lanzada de los principios había dado a luz unas prácticas más sofisticadas, hasta llegar a la corrida moderna que las sublimó cuando el hombre inventó la muleta: a partir de ese día, el 15 de agosto de 1720, la lucha brutal evolucionó hasta el arte delicado.
Hasta hoy, esta historia no se había contado de forma global y la ausencia del relato fundacional permitió que los veganos difundieran sin complejos algunas mentiras tan colosales como la supuesta condición anti-taurina de Goya, el origen franquista de la tauromaquia, o la leyenda de los suplicios al que, según ellos, los aficionados someten al toro antes de lidiarlo en la plaza: agujas en los testículos para que no se pueda tumbar durante varios días, vaselina en los ojos para que no vea bien, algodón en el morro para que no pueda respirar, sacos de arena sobre los riñones... unas fantasías que dicen mucho de sus propias patologías.
La creciente influencia de la ecología profunda explica los ataques que sufre la Fiesta, pero también la involución de las mentalidades: mientras que el hombre primitivo se apropiaba de manera simbólica de las virtudes del animal salvaje que combatía o sacrificaba, el hombre moderno proyecta su neurosis sobre las especies que ha domesticado. Si las representaciones zoomorfas de la Antigüedad respondían a una necesidad de trascendencia, el antropomorfismo contemporáneo hace regresar al humano hacia la animalidad.
En contra de todas estas mentiras, hoy en día, el toro sigue siendo un animal distinto entre todos por el trato privilegiado que el hombre le dedica. Cierto es también que el torero que pone su vida en peligro enfrentándose a él sigue ofreciendo a los humanos un alimento fundamental. No se trata de satisfacer necesidades meramente materiales - la carne del toro, por ejemplo- sino sobre todo espirituales: sacrificando al toro de manera ética en el altar de la estética, el torero ofrece al mundo una catarsis liberadora.
Éste es el relato fundacional que las Tauromaquias Universales ofrecen con su exposición y su documental. Si somos capaces de difundirlo dentro de una sociedad que desconoce totalmente los valores de la Tauromaquia, podremos detener los estragos provocados por el relato negativo escrito sobre la Fiesta por los anti-taurinos, parte visible del iceberg vegano. Un relato que, gracias a la potencia comunicadora que brinda a sus autores la ayuda interesada de unas ONG oportunistas o de unas industrias que se nutren del mercado de las mascotas, consiguió atraer a parte del mundo político en la telaraña animalista, hasta provocar que algunos partidos se atrevan a cuestionar la existencia de una cultura milenaria compartida por decenas de millones de ciudadanos.
A la vista del desinterés o de la animadversión de los medios generalista hacia la Fiesta, no será fácil contrarrestar el relato animalista. Pero se debe intentar, puesto que es la única vía de salvación que tenemos actualmente.
Afortunadamente, si no podemos contar con el apoyo de muchos medios generalistas, disponemos de Internet, el mismo arma empleada por los veganos para acorralarnos: de ahora en adelante, le toca a cada aficionado convertirse en apóstol de su cultura, para difundir por todas partes, a través de las redes sociales, el documental Tauromaquias Universales con el fin de compartirlo en el mundo entero. Por eso se realizó en español, en francés, y dentro de poco en inglés, portugués… y quizás en chino.
De la misma manera, los actores del mundo taurino deben apoyar la logística de la exposición, cuyo objetivo es instalarse en todos los pueblos taurinos, todas las universidades, todas las ciudades, y sobre todo, en aquellas donde el peligro tiene nombre y apellido. Hay una cosa segura: a cada ciudadano que acaricie el Toro Mítico instalado en el laberinto de la exposición, le pasará lo mismo que a nuestros antepasados cuando se acercaban a sus tótems mágicos. En él, encontrarán la fuerza para resistir a la desesperanza y para luchar por su pasión.
Defender la Fiesta es defender un modelo de civilización, mientras que prohibirla supone darle la espalda a la historia de la Humanidad. Quizás esta afirmación le parezca algo rimbombante a los incrédulos, pero si se esfuerzan en estudiar el legado del Museo de las Tauromaquias Universales, verán la Fiesta como es, y no como se la han contado:
-La Fiesta simboliza la elevación del hombre primitivo, desde el estado de natura al estado de cultura, superando su instinto de supervivencia a través de una búsqueda ética y estética, la cual transformó la caza original en una práctica artística universal.
-La Fiesta representa también la apropiación por parte del pueblo de un privilegio real, y un ejemplo de convivencia entre las clases sociales. Además, ante la violencia homicida de la sociedad contemporánea, la muerte del toro, colofón de un ritual solemne, cumple una innegable función social y reconciliadora, comparable a la de los misterios de la Antigüedad.
-Finalmente, la Fiesta es un factor de preservación de la biodiversidad mediante la conservación de una especie en su medio ambiente, respetando su identidad y bienestar dentro de los límites de su función: combatiente temido y respetado, el toro es el indicador del valor del hombre que se enfrenta a él, quien pone en riesgo su propia vida, ofreciendo de manera digna el único fin digno de su grandeza.
Como todas las culturas que no atentan contra los derechos humanos, la corrida debe ser respetada en nombre de la diversidad, pero sobre todo en nombre de los derechos universales que porta, y que la convierten en un incuestionable Patrimonio de la Humanidad.
El día 30 de abril de 1942 Manuel Rodríguez Manolete toreó en la plaza de Jerez de la Frontera toros de Domecq, compartiendo cartel con Pepe Luis Vázquez y Paquito Casado. Sólo dos vez actuó en la plaza jerezana El Monstruo. La segunda vez tuvo lugar el 30 de abril de 1944.
El cantante argentino Andrés Calamaro ha publicado en la Tercera de ABC un artículo interesante, que publicamos:
EL REICH ANIMALISTA
Es complicado entender por qué tanta gente odia (literalmente) a los aficionados taurinos, toreros, banderilleros y otras profesiones relacionadas con el mundo del toro. Yo no creo que responda a cuestiones humanitarias, porque un buen número de estos individuos se permiten pensamientos sanguinarios: odiar y -como quien no quiere la cosa- andar pregonando que aficionados y toreros merecemos todo tipo de castigo divino, incluso cierta clase de empalamiento horrible.
Supongo que no desean a los cocineros una muerte terrible, hervidos en agua caliente o calcinados sus cuerpos a la parrilla ni al calor de los fogones; y este no es un detalle menor, porque España y el mundo están sembrados de restaurantes donde se guardan refrigerados -para ser espléndidamente comidos- un importante número de restos de animales mamíferos y pescados. Sin embargo la gastronomía, que involucra permanentes escenas de matanza y descuartizamiento, está muy bien vista. El auge de su prestigio incluso deja en evidencia una cierta pereza (u holganza) intelectual interesante.
Habitamos en un mundo que da la espalda a la lectura en beneficio de la televisión. Un mundo que ignora la pintura y la escultura en favor de los deportes televisados o el consumo frívolo; que olvida la ópera y el teatro, pero vive absorto ante una pequeña pantalla portátil (entre otros muchos ejemplos diarios de lo que es la vida moderna). Es un mundo que fácilmente se entrega a una corrección política entre comillas y para haraganes; que puede permitirse el «factor desprecio», el odio inquisitorial, una tormenta de opiniones irresponsables y reaccionarias, de deseos imperdonables. También se permiten mirar a otro lado mientras el mundo se desangra en una desigualdad inestable, que mata de hambre en las guerras o en las paupérrimas barcas del exilio forzado: se permiten demasiado y, al mismo tiempo, demasiado poco.
Creo no equivocarme si considero que este fenómeno no es más que ignorancia desatada, incluso en ámbitos universitarios afines a la intolerante abolición. El Reich animalista se considera además a sí mismo el protagonista permanente de una buena acción solidaria, curiosamente humanista o rabiosamente animal. Sin embargo, desnuda un bestialismo intolerante, una profunda pereza intelectual y un peligroso desapego por la sensibilidad correcta, por la vida satisfactoria y la natural tolerancia que impone la convivencia. Exhibe un desorden de valores altamente temerario, o francamente ridículo.
Es frecuente invocar la excusa de la legalidad moral de la matanza alimentaria apelando a que «sirve para alimentarse». Servidor duda que las langostas (cocidas vivas en agua hervida), el caviar o el faisán -o mismamente los vacunos sacrificados- estén alimentando a un mundo hambriento. Desde hace siglos la mayoría se malalimenta con productos no cárnicos, digamos arroz acompañado por ocasionales pedacitos de pescado, chorizo o una carne barata. Proteínas, las justas. La justificación alimenticia de la masacre de las carnes ofende a la razón. En Argentina la ingesta de carne es un ritual de amistad, celebración familiar y festín para el paladar; no se trata de alimentarse ni paliar el hambre. Otra mala broma de las juventudes animalistas adoctrinadas en Facebook: una familia media malamente puede pagar un asado (barbacoa fetén) por mes, la carne es un lujo. Descartemos esta lobotomía portátil que justifica la escabechina que pone en funcionamiento la industria cárnica y marítima. Los restaurantes de tres estrellas Michelin parecen no importar un pepino a los muy humanitarios enemigos sanguinarios de las corridas de toros. Creo que estos detractores de los toros, tan llenos de razones como de equivocaciones, responden a una pereza intelectual aguda, agresiva y terminal: no leen libros (aunque existe el caso de universitarios ensoberbecidos de lecturas académicas que nunca se equivocan). Mayormente, mis justicieros viven embutidos en sus teléfonos galácticos y difícilmente leen a diario el periódico -o periódicamente el diario- para formarse una conciencia mínimamente aceptable; y no es que me crea a rajatabla todo lo que leo, más bien se trata de entrenamientos de gimnasia mental para poder opinar con algún fundamento, incluso leyendo entre líneas editoriales.
La tauromaquia no es maltrato de animales, ni asesinato, ni tortura. La tauromaquia es compás, es valor y es respeto por el medio ambiente y por el toro. Es ecológica y sostiene una tradición ganadera ejemplar. Es cultura benigna, porque es la costumbre de las letras de Lorca, de la tinta china de Picasso, de los libros de Hemingway, del texto imperdible de José Bergamín, de la historia contada por Belmonte y Chaves Nogales; es la tauromaquia de Dalí y de aquellos que aman al toro en la plaza, embistiendo con peligro en cada galope. Es arte que ofrece la vida. Es música, color y valor.
Valores, buenas tradiciones. Es pueblo y campo, es ciudad y es algarabía, es encierros y novilladas, es ilusión de niños toreros. Da sentido a la vida de los aficionados y a la vida del toro, el más amado de los animales (con permiso de las mascotas que esperan castradas que les permitan orinar mientras mendigan la atención de los dueños que, a falta de un amor mejor, se retratan con el perro para mostrar la foto en san Valentín). El móvil es el mejor amigo del hombre, el perro es un animal doméstico, que vive castrado sin conocer jamás la vida silvestre. El toro es el animal mitológico que representa la leyenda.
Mientras la humanidad acorrala el hábitat de los animales silvestres construyendo ciudades, caminos, y fomentando cambios climáticos, la tauromaquia protege la ecología sostenible del campo bravo y salva la existencia de la raza y su bravura. Pero la inquisitorial animalista no entiende ni quiere entender que no hay razón alguna que convalide la violación de los derechos humanos. Las juventudes animalistas (no hay edad para celebrar la intolerancia ni la ingesta inapropiada de información demagógica) están en su punto más alarmante de frivolidad y holgazanería. Y el juego político, que ofrece a diario un lamentable espectáculo, menosprecia con demagogia la cuestión para rascar unos votos. No llueve a gusto de todos. Pero no se puede parar la lluvia y prohibirla resulta una necedad imperdonable, que no se justifica con desinformación rampante, con desprecio por la voluntad de las gentes y su derecho a la libertad, ni para engordar el caldo de puchero de la clase política que atropella flagrante el espíritu del pueblo. ¡Para variar!
Con el título arriba expuesto ha aparecido en el Diario de Jerez una tribuna libre firmada por Rafael Rodríguez Prieto, que es profesor titular de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla. Merece la pena que sea reproducido, lo que hago encantado:
No, no me gustan los toros. Me aburren. Hay gente que no soporta el rock, la lectura o es incapaz de imbuirse en el arte que se desprende de la mejor filmografía de John Huston. Probablemente carezco de la formación suficiente para apreciar una buena faena; de los conocimientos o del gusto estético que me permitiría compartir una emoción que ha influido en la pintura, literatura o música de genios como Pablo Picasso u Orson Wells. Pero el toreo no es tan sólo un arte: es el Mediterráneo, nuestro mar, desde los muros del palacio de Knossos en Creta a los grabados de Goya. El toreo como la ópera es una representación de la vida, de los colores, la poesía y la pasión. Es parte de nuestra historia y una forma de no olvidarnos de quiénes somos, a pesar de vivir en un tiempo en que la historia parece tratar de reducirse de forma abrupta y fascista a un trending topic o un instante consumido para no significar nada.
Cuando algunos estudiantes australianos me preguntaban por el "deporte" del toro, les tenía que aclarar que la tauromaquia no pertenece a la categoría del rugby. A su vez, les explicaba que el Toro de la Vega y salvajismos similares, pero con patente de corso como los correbous, son tan lesivos para el mundo del toro, como para cualquiera que tenga una mínima sensibilidad hacia los animales.
El filósofo Baruch Spinoza nos decía que el alma, por ser una idea del cuerpo, está tan unida con él que ambos así constituidos forman juntos un todo. La plasticidad del toreo, la comunicación entre animal y torero, nos ofrece un sentido estético único, universal y hasta sagrado. Ojalá pudiera sentirlo. De momento, soy capaz de respetar a aquellas personas que lo disfrutan y valorar a aquéllos que lo practican como el matador de toros Juan José Padilla, un gaditano como yo. Es por eso que no puedo sentir más que desconcierto, asco y tristeza al leer las críticas de algunos párvulos intelectuales a su participación en una campaña de la Diputación de Cádiz.
Este torero, al contrario que muchos señoritos animalistas, tiene un trabajo. Un oficio con el que se gana y juega la vida. Una labor que permite a otros muchos llegar a fin de mes. Que ayuda a que pueblos y dehesas no se transformen en desiertos. Una profesión que contribuye a mantener un cierto equilibrio medioambiental y social.
El animalismo no tiene que conducir a la animalada. No obstante, en España todo puede suceder. Proteger a los animales es algo encomiable que además no es extraño al mundo del toro. Todo lo contrario. Sin embargo, cuando el animalismo se practica por señoritos dedicados a ejercer la superficialidad políticamente correcta resumida en su siguiente prohibición, se transforma en animalada. Que el nacionalismo racista y xenófobo que padecemos en España lo haya hecho en Cataluña con el fin de extirpar cualquier elemento común es lógico. ¿Si lo hacen con la lengua usada por parte de la mejor novela catalana -Marsé o Vázquez Montalbán- quién les iba a impedir que no perpetraran algo similar con la tauromaquia? Pero que en el resto de la península se ufanen en repetir la animalada nos muestra una estulticia en grado sumo. Al menos unos tienen un objetivo político diáfano; los otros sólo un proceloso entendimiento tamizado por horas de series bien conocidas y eslóganes concienzudamente aprendidos para no tener que molestarse en leer, razonar o reflexionar por sí mismos.
Su visión no les permite respetar a aquél que ama la tauromaquia. Es como si los seguidores más acérrimos de Sálvame Deluxe decidieran prohibirnos el teatro de Buero Vallejo o Brecht porque son incapaces de apreciarlo. Esta pandillita de señoritos no sólo pretende imponernos sus gustos estéticos; también castigar a cualquiera que ose rebelarse contra su pose neoinquisitorial. Por eso se apostan cerca de las plazas de toros insultando a toda persona que simplemente pretende cultivar una afición artística y profundamente culta. Incluso ha habido ocasiones que algunas de sus acciones han puesto en peligro la seguridad de los que se encontraban por las calles aledañas. ¿Acaso los taurinos van a reventarles sus actos? ¿Es que no hay verdaderas causas animalistas en las que concentrarse? La mercantilización extrema de los alimentos o la destrucción dramática de especies irrecuperables perpetrada por furtivos no parecen tener la suficiente entidad para ellos. Probablemente porque siempre es más fácil escupir en el plato de alguien con la suficiente educación y paciencia para no responder. Pero las autoridades no pueden seguir mirando hacia otro lado. Es hora de tomar partido contra el clasismo y la incultura.
El Presidente de la Federación de Asociaciones Taurinas de la Región de Murcia ha salido del anuncio de un posible referéndum sobre la fiesta de los toros en la población murciana de Fortuna. Paco García da la cara en nombre de los aficionados integrados en clubs, peñas, asociaciones, foros... y le ha dirigido una carta a la opinión pública y al alcalde que dice textualmente:
"El Sr. Alcalde de Fortuna, D. José Enrique Gil, quiere proponer un referéndum para declarar al municipio "libre de maltrato animal” y suprimir la suelta de vaquillas y los festejos taurinos en la localidad que cuenta con un matador de toros, Juan Belda, que esperaba el festejo de su pueblo para seguir manteniendo viva la llama de su ilusión por proyectar Fortuna a través de la Tauromaquia.
Sr. Alcalde, Vd. no tiene potestad para suprimir los festejos taurinos, el ordenamiento jurídico español no sólo no prohíbe la Tauromaquia, sino que la protege, la blinda y se constituye en un mandato expreso a los poderes públicos para su fomento, divulgación y protección, especialmente a partir de la Ley 18/2013, de 12 de noviembre, que regula la Tauromaquia como Bien de Interés Cultural; Esta Ley fue consecuencia de una Iniciativa Legislativa Popular, que fue avalada por 580.000 firmas.
D. José Enrique Gil, Fortuna no es de su propiedad, ni tampoco sus habitantes, Vd debe gobernar para todos sin exclusión, le recuerdo datos reales y concretos, las fiestas taurinas le cuestan al municipio 15000 euros. Mire usted, la Seguridad Social de ese festejo pasa de los 6000 euros y piense que el 21% de los ingresos en taquilla hay que destinarlos a pagar el IVA, si suma, ya tiene el dinero de la ayuda revertido en forma de impuestos, esto sin contar la repercusión económica a todos los sectores, restauración, hoteles, tiendas etc.. Pero hay más, no sé si sabe que los 2767 Ayuntamientos que organizaron festejos taurinos en sus distintas modalidades, destinaron a éstos un irrelevante 1,4% del global de los programas municipales en Cultura de España, valore Vd los porcentajes. Hay que decir fuerte y claro que son los festejos taurinos, y no al revés, los que financian con sus impuestos e ingresos a la Administración española.
Sr. Alcalde, que los aficionados a los toros de Fortuna también pagan sus impuestos y no le piden a usted que someta a referéndum las Fiestas de Sodales Ibero romanas, o las visitas teatralizadas, o las muy costosas verbenas con grupos musicales, o las competiciones deportivas, o los juegos de la tercera edad y todas las demás cosas que aparecen en el Programa de Festejos y se pagan con el dinero de todos, aunque no a todos les gusten determinadas cosas, así es la democracia Sr. Alcalde.
¿Pretende someter a referéndum parte de la Cultura de Española protegida por el Ministerio de Cultura?, Mire Sr. Alcalde, no solamente es legal sino que tenía que protegerlo cumpliendo con su obligación. Pero, por si no lo sabe, los aficionados a los toros ya estamos hartos de que se nos utilice como arma política, como si no hubiese otros problemas mucho más importantes que resolver y, el pasado año se produjo la presentación de la primera querella criminal contra un alcalde por las acciones en contra de la Fiesta de los Toros, fue en Xirivella, contra el alcalde Michel Montaner Berbel, por prevaricación.
Vivimos en una Comunidad que fue la primera en declarar los Toros como un Bien de Interés Cultural Inmaterial y esperamos que el Presidente y el Delegado de Gobierno de esta Comunidad no permitan que se vulnere la legislación vigente.
Sr. Alcalde, respete la libertad del pueblo; su referéndum sólo puede conducir a un enfrentamiento entre los vecinos de Fortuna. La Fiesta de Los Toros está tan arraigada en España como lo está en su pueblo, el cual también forma parte de la "piel de Toro” y otras manifestaciones culturales como la Semana Santa, los conciertos, actividades folclóricas etc.; desde la Federación de Asociaciones Taurinas de la Región de Murcia le pedimos responsabilidad en su forma de gobernar para todos los fortunenses en general y para los aficionados en particular
Fdo.- Francisco García, Pte. FF.AA.TT. Región de Murcia"
El 1 de abril de 1800 "El Correo de Xerez" comenzó a publicarse y siguió publicándose hasta mayo de 1808. Era obra de Francisco Josep de Barreda. Se publicaba los jueves y los domingos y contenía un gran número de poesías. Entre éstas, en el número 8, del domingo 27 de abril de 1800, incluye unas octavas «A unas fiestas de toros que se hizo en cierta Ciudad», en las que se describe con tono jocoso y festivo el discurrir de la fiesta, entre bromas y veras y ripios incontables.