lunes, 29 de agosto de 2022

¿Fotógrafos en la arena?

Después de que alguien se gasta un buen dinero en elaborar una alfombra de sal decorada con dibujos y adornos…

Después de que se utiliza la alfombra como un atractivo especial a la hora de hacer la publicidad de una corrida...

Después de que se pide a los toreros que se vistan de trajes conmemorativos y evocadores…

Después de que tú, aficionado, te animas a ir a una corrida también por el detalle de ver el ruedo decorado con la alfombra de sal y a los toreros vestidos de marineros renacentistas…

Ahora vas y te encuentras con el deplorable espectáculo de unos cuantos fotógrafos mosconeando delante de los toreros que ya están formados para iniciar el paseíllo.


¿Se trata de fotógrafos necesarios para el mayor realce del paseíllo? No. ¿Es imposible hacer fotos similares desde detrás de las tablas? No.

Entonces ves que se rompe el cuadro, que se revienta la estética del que debería ser el momento más bello de la tarde, precisamente el paseíllo.

Están profanando con sus zapatos sucios esa alfombra de sal, elaborada con esmero durante una semana, o esa arena, alisada desde el día anterior, que sólo debe ser hollada por zapatillas valientes y pezuñas fieras. "Descálzate, Moisés, porque el suelo que vas a pisar es lugar sagrado".

En su minusculía, buscan su minuto de gloria. Anhelan alimentar su ego creando una situación en que ellos, con sus gestos, pueden decir a los demás espectadores: 'Ved qué poderoso soy, que hasta la figura más importante del toreo se me somete y aguanta mi presencia a centímetros de su cara hasta que a mí me da la gana. Si les tapo la vista a los del tendido, pues que se fastidien".

¿Y, después, queremos los aficionados decir que la corrida es un espectáculo artístico? ¿Que el toreo es un arte escenográfico?

¿Alguien se puede imaginar que ese bochorno se pueda dar en un espectáculo de ópera? ¿Por ejemplo, en el Teatro Real? ¿O en cualquier teatro de provincias?

Habrá algunos lectores (o muchos, quizás) que digan que esto es tema sin importancia y que qué más da. A ésos la respuesta a darles es que, así, ya sabemos cuál es el nivel del concepto que tienen sobre lo que debe ser el espectáculo de una corrida de toros. En ella, como de arte se trata, todo es importante; hasta el más pequeño detalle debe ser atendido con esmero, con delicadeza. Alguien decía, precisamente, que "el arte está en los detalles". Si nos olvidamos de esto, lo que más nos gusta se nos acabará yendo como agua entre los dedos.

¿Cuándo se va a poner fin a esta denigrante costumbre?

¿Quién es el responsable de parar este desaguisado? ¿El empresario? ¿El presidente?¿El delegado gubernativo?¿Los alguacilillos? Desde luego, el espectador sufriente, no.

¿Hemos dicho los alguacilillos? Sí, porque el reglamento establece bien claro que “Los alguacilillos ejercerán la función de despejar el ruedo tras la exhibición del pañuelo blanco por la Presidencia”. Despejar es hacer que en el ruedo no haya nadie que no vaya a actuar en el espectáculo. Claro que los fotógrafos mosconeantes dirán que ellos actúan en el espectáculo, porque ¡menudo espectáculo nos dan!

Para terminar, sólo queda comparar esta foto de Sanlúcar con esta otra foto de Lisboa, la ciudad por donde anduvo el representado en la alfombra de sal, y preguntar: ¿dónde, en cuál de los dos sitios, tendrá más futuro el espectáculo de una corrida de toros?

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